VALENCIA / Sin egos ni postureos
Valencia. Centre Cultural l’Almodí. 5-XII-2020. Antonio Morant, piano. Beethoven: Sonatas nº 11, 15 y 24
Formado con Carlos Apellániz y Brenno Ambrosini, y luego, en Varsovia, con Piotr Paleczny, Antonio Morant (1991) ocupa lugar destacado en el nuevo pianismo valenciano, que cuenta con nombres tan sobresalientes como Carlos Apellániz, Claudio Carbó, Carles Marín, Josu de Solaun o Xavier Torres. El sábado, Morant dejó constancia de su clase ante el teclado en el ciclo de las 32 sonatas para piano de Beethoven promovido por el Palau de la Música en la hermosa, pero ruidosa y fría, sala del Centre Cultural L’Almodí. En el programa las Sonatas nº 11, 15 y 24, a las que aún se añadió, fuera de programa, el regalo del mallorquín Preludio en Re bemol mayor, “Gota de agua”, de Chopin, deudor quizá de los largos años de estudio que el pianista valenciano pasó en la capital polaca, en la Universidad Fryderyk Chopin.
El peligro de la monotonía resulta evidente a la hora de afrontar un monográfico Beethoven. Su música inconfundible es siempre un comprometido reto para cualquier intérprete. Más, si como en este caso, en el mal planteado programa figuran tres sonatas no muy disímiles en estilo, compuestas en apenas una década, la que medía entre 1800 (año en que compone la Sonata opus 22, que cierra el primer periodo creativo), y 1809, cuando concluye la sencilla Sonata opus 78. En medio, la mejor de ellas, la número 15, opus 28, conocida como “Sonata pastoral”, de 1801, en la que Antonio Morant no desaprovechó la oportunidad de dejar asomar su moldeado arte pianístico.
Fue un Beethoven impecable. Dicho con intachable honradez y solvencia, en la que Morant mostró la voluntad expresa de servir la música más que en mostrar sus propios méritos pianísticos. Se empeñó con plausible disposición en servir literalmente, fiel a la letra y al estilo, la escritura original. Se escucharon así versiones ortodoxas, casi reverenciales, como puso de manifiesto ya en los veloces compases iniciales de la Sonata opus 22, expresados con cuidada claridad, apenas desdibujada por la resonante acústica de la sala, que, sin embargo, benefició la quietud e introspección con la que cantó el Adagio con molta espressione.
Tras los dos movimientos de la leve y menor Sonata opus 78, Morant tuvo el acierto de cerrar el programa con la Sonata Pastoral, cuya calma atmósfera inaugural anticipó una versión contenida y al mismo tiempo generosa en destellos y luminosidades. Las pronunciadas dinámicas –acaso en algún momento excesivas en los registros más decibélicos-, el rigor métrico (Allegro inicial), pulso rítmico (Scherzo) y cantabilidad de los pasajes líricos fueron claves de una versión y de un recital en el que, sobre todo, se escuchó y disfrutó de un Beethoven exento de elucubraciones. Algo de agradecer en estos tiempos impostados y cargados de egos y postureos.
Justo Romero
(Foto: Live Music Valencia)