VALENCIA / Reapertura del Palau de la Música: mucho fasto y poca chicha
Valencia. Palau de la Música. 5-X-2023. Concierto de reapertura. Orquestra de València. Director: Álvaro Albiach. Solistas: Arturo Barba Sevillano (órgano), Maite Alberola (soprano), Sandra Ferrández (mezzosoprano). Obras de Serrano, Barbieri, Bizet y Kodály.
Tras cuatro años cerrado por desperfectos en la cubierta interior de sus dos salas principales, el Palau de la Música de València ha reabierto finalmente sus puertas con un concierto de mucho fasto y poca chicha, con largo y rancio parlamento de la nueva alcaldesa incluido, y ante un público escandaloso –abanicos, teléfonos móviles, cuchicheos constantes, programas rodando por los suelos, toses y voces…– que parecía asistir al primer concierto de su vida. Fue más un acto social que verdaderamente musical, cerrado con el Himno de la Comunitat, sabor de fiesta y hasta una espectacular traca de fuegos artificiales. En cualquier caso, el restaurado y bien remozado Palau de la Música sonó tan estupendamente como siempre, y con una iluminación muy sutilmente mejorada.
Tras el parlamento comedido y preciso del nuevo director (el oboísta Vicente Llimerá), y la soflama casi mitinera de la alcaldesa, llegó por fin la música, con la Orquestra de València –titular del Palau de la Música– de la mano de su principal director invitado, el edetense Álvaro Albiach. Un programa dispar, modelo gazpacho, abierto con la vistosa, vacua y bien olvidada Fantasía sobre temas de Serrano de Ricardo Lamote de Grignon, que encontró entonada traducción en Albiach y una orquesta a la que se veía, escuchaba y sentía contenta de volver a casa.
De Serrano se interpretaron tres romanzas que no forman parte, desde luego, de lo mejor de su catálogo: Los Claveles (“¿Qué te importa que no venga?”), Alma de Dios (Farruca) y El carro del sol (Canción veneciana), y el remate de la nimiedad de una cancioncilla –La Valenciana– sin más mérito que estar firmada por Serrano y dedicada a su colega el gran Ruperto Chapí. La soprano valenciana Maite Alberola y la mezzo crevillentina Sandra Ferrández defendieron con tablas, medios, aplomo y convicción un repertorio que a ellas les resulta cercano y natural.
Contraste fuerte, casi un precipicio, con la segunda parte. Frente al temple melódico de Serrano, el genio abrasador de Carmen de Bizet. Día y noche. Albiach y los profesores de la Orquestra de València acometieron con vértigo, vigor y carácter el radiante tercer entreacto de la ópera maestra. Luego, Sandra Ferrández exageró la habanera y la seguidilla con exceso de énfasis y esa visión epidérmica y “abierta de patas” que tanto detestaba Berganza. Lo mejor de la noche llegó quizá en el aria de Micaela “Je dis que rien…”, efusiva y finamente cantada por Maite Alberola. Ni a una ni a otra se les pudo apenas entender una palabra. Ni en español ni en francés. La ópera y la zarzuela son puro teatro, y la dicción y el sentido de la palabra son tan esenciales como las notas.
La noche reinaugural concluyó en modo sinfónico, con una lectura sobresaliente de las vistosas Danzas de Galanta, de Kodály, que, a decir verdad, no pegaban ni con cola en tan descabezado programa. Lectura vibrante, cuidadosa y bien trabajada, que deja constancia de las cualidades por las que Álvaro Albiach (1968) figura entre los máximos y más completos directores españoles de su quinta. Mucho más interesante hubiera sido escuchar alguna obra del gran sinfonismo valenciano, como la Sinfonía en re menor de Chapí, la Sinfonía Aitana de Esplà o alguna página de Francisco Coll, Martín i Soler, Rodrigo, Llácer Pla, Giner… El repertorio valenciano se basta para completar a bombo y platillo uno y veinte programas reinagurales.
Pero las primeras notas escuchadas en esta nueva etapa no llegaron de la orquesta ni de Albiach, sino desde los tubos de también restaurado gran órgano del Palau de la Música, desde el que el infatigable y siempre admirable organista valenciana Arturo Barba Sevillano hizo sonar y brillar a modo de inesperada fanfarria la luminosa Danza del Acha, página anónima recogida en el manuscrito Flores de Música, recopilado por Antonio Martín y Coll a principios del XVIII. Menos enjundia musical tuvo el colofón de la noche, con todos tocando y cantando tan felices el Himno de la Comunitat Valenciana, compuesto por el propio Serrano. ¡Ja en el taller i en el camp remoregen / càntics d’amor, himnes de pau! Ahora, a partir de ahora, estos “càntics” citados en el hermoso himno vuelven a resonar con impulso vivificante en el bien remozado Palau de la Música.
Justo Romero