VALENCIA / Pires, pura magia
Valencia. Teatre Principal. 19-X-2022. Orquestra de Valencia. Director: Alexander Liebreich. Maria João Pires, piano. Obras de Penderecki, Mozart, Panufnik y Stravinsky.
Pese a lo que cabía suponer, no fue un buen concierto. Y no precisamente por culpa de Maria João Pires, que a sus 78 años (nació en Lisboa, en 1944) tocó tan fascinante y maravillosamente como siempre, con un Mozart (Concierto en La mayor nº 23) cristalino y sin dobleces, de intenso aliento clasicista, pero que apunta ya al futuro del primer Beethoven. La tarde no fue todo lo bien que era de esperar a causa de una Orquestra de València desajustada y fallona, con equivocadas intervenciones solistas y una afinación no siempre precisa. Daba la impresión de que al programa-popurrí, equivocado por otra parte, le faltaban ensayos, trabajo y horas de preparación individual.
Fue una lástima y un error programar la nadería de Landscape, del polaco Andrzej Panufnik antes de la magistral suite de Pulcinella de Stravinsky, obra comprometida donde las haya, cargada de desnudos solos instrumentales y de trampas de todo tipo. Los desajustes llegaron hasta el mismísimo y desequilibrado acorde final. Los aires arcaicos evocados por el genio stravinsquiano quedaron en pálido reflejo, trastocados ante la desequilibrada versión de un Alexander Liebreich cuya decidida gestualidad, clara, segura y evidente, no encontraba correspondencia con lo que allí se escuchaba. En tan discreta versión cogida apenas con alfileres, cabe salvar y destacar las reiteradas y comprometidas intervenciones del concertino Enrique Palomares y de algún otro contado compañero de atril.
Hiere sentir que se programe una obra como la de Panufnik mientras se ignora el gran repertorio español. La Sinfonietta de Ernesto Halffter, tan cercana a Pulcinella y genial como ella, hubiera cumplido un papel infinitamente más decoroso y razonable. Otra cosa es El despertar de Jacob, de Penderecki, que aunque no pega ni con cola como preludio del concierto mozartiano, sí es página de quilates digna de ser programada en Valencia y en la Conchinchina. Encontró en los atriles de la OV una lectura más acabada y pulida que la de la pobre Pulcinella.
Pero lo único verdaderamente mayúsculo del programa fue el Mozart puro de Pires. Exento de exceso o adjetivación. De dinámicas, tempi y fraseos inapelables. Diáfano y limpio. Todo natural, claro, evidente. Como el huevo de Colón. En sus dedos, en sus manos pequeñas pero poderosamente sensibles e inteligentes, habita el salzburgués. Pese a las circunstancias -la acústica; la orquesta; una cuerda excesiva y un Liebreich generoso y efectivo acompañante, pero más cerca de la tierra que del paraíso-, el Adagio central alcanzó elevaciones estratosféricas. Como también la propina con la que la Pires —cada día aún más menuda; sonriente y siempre insobornable profesional— respondió al aplauso unánime: el quieto Largo del Concierto para teclado en Fa menor BWV 1056 de Bach. Pura magia, pura emoción. Incluido —ahora sí— el acompañamiento mesurado de Liebreich y sus aquí contenidos músicos de cuerda.
Justo Romero
(Foto: Live Music Valencia)