VALENCIA / Perianes y Falla; Liebreich y Strauss: entre andaluces y bávaros anda el juego
Valencia. Palau de la Música. 18-X-2023. Inauguración temporada 2023-2024. Orquesta de Valencia. Director: Alexander Liebreich. Javier Perianes, piano. Obras de Palau, Falla y Strauss.
Desigual concierto inaugural de la nueva temporada del Palau de la Música de Valencia tras cuatro años de forzoso cierre. En contenido y en interpretaciones. Como solista, Javier Perianes brilló con fuerza sutil y refinada expresión en una versión de Noches en los jardines de España que rehuyó clichés y tintes pintoresquistas para instalarse en el “folclore imaginario” reivindicado por Falla. El pianista onubense, bien establecido como un “as” del piano contemporáneo, cargó de perfumes, aromas y sugestiones los tres nocturnos que componen las Noches fallescas y evocó, como pide el compositor, “lugares, sensaciones y sentimientos” sin descuidar por ello la esencia de una obra que “no pretende ser descriptiva, sino simplemente expresiva”, algo que recuerda Ramón Puchades en las precisas y bien documentadas notas al programa de mano.
Pianismo nítido, transparencias y sugestiones. Cargado de ideas y cercanías. Natural, preciso y genuino como la música de Falla. Versión tan personal como fallesca. Cantada sin demagogia y fraseada con verdad y virtuosismo sin localismos. Con sello propio, pero que escucha y abraza la tradición de otros grandes jardineros que fueron, son y serán, como Colom, Cubiles, Larrocha, Orozco, Rubinstein, Esteban Sánchez o Gonzalo Soriano. Perianes, que ya inauguró el Auditori del Palau de Les Arts con las Noches (22 diciembre 2007, con Lorin Maazel y la entonces jovencísima Orquesta de la Comunitat Valenciana), se explayó en la sugestión y expresión popular de evocaciones sonoras en las que, como escribió el propio compositor gaditano, “el dolor y el misterio tienen su parte”. Cerró su nuevo éxito valenciano con la propina en forma de contraste de la Danza del fuego, de El amor brujo. ¡El delirio!
El bávaro Alexander Liebreich (Ratisbona, 1968), titular de la Orquesta de Valencia, dirigía las Noches por primera vez. Y se notó. Aunque se confiesa “fascinado” por la obra, su visión estuvo lejos de la magia y refinamiento perianescos, de sus perfumes, aromas y sortilegios. Su acompañamiento se quedó en la tarjeta postal del Generalife, en los ecos de la danza lejana y en la magia de los jardines de la Sierra de Córdoba. Una visión epidérmica ajena a la escritura evanescente pero precisa de Falla. Faltaron sutilezas y, desde los tenues compases iniciales, sobraron decibelios y faltó jondura. También temple y mesura métrica en una dirección que por momentos perdía rigor métrico, se precipitaba y dejaba llevar por las caras más ingenuas del impulso y el arrebato.
Más calado y fondo lució el maestro en las otras dos obras del programa. Del valenciano Manuel Palau, Liebreich y sus profesores dieron vida a una versión ciertamente sobresaliente de la Marcha burlesca de Manuel Palau (que fue precisamente la primera obra que se interpretó en la inauguración del ahora rehabilitado Palau de la Música, el 25 de abril 1987). Todas las sutilezas y riqueza de matices que faltaron en Falla brotaron en esta versión ejemplar de la pequeña gran página. Como contraste, el variopinto programa se cerró con Una vida de héroe, de Strauss. Poema cargado de trampas y retos, acaso excesivo para una orquesta que dejó entrever limitaciones, pese al dispuesto trabajo de profesores y la probada maestría straussiana del propio Liebreich.
El “héroe” straussiano encontró lenguaje, temperamento y sentido en un artista a todas luces más cercano a la letra y al “espíritu” universales de su paisano muniqués. Quizá la cercanía andaluza de Perianes con su paisano Falla sea paralela a la bávara entre el muniqués Strauss y el ratisbonense Liebreich. Músicos y músicas universales y sin fronteras, sí, pero… Liebreich navegó por el océano de la partitura, por el variopinto poema sinfónico en seis partes que recoge la lucha del héroe contra sus enemigos. Subrayó detalles y atendió matices, acentos y frases más allá de la letra y la solfa. Faltó, sí, empaste y calidad en la masa sinfónica. Algunos atriles solistas delataron la falta de excelencia ‒artística e instrumental‒ que requiere la exigente partitura. Algo que, en ocasiones, quedó particularmente en evidencia en algunos de los continuos y comprometidos solos, que no encontraran el tono ni las claridades deseables. Al final, orquesta y maestro recogieron los largos y anchurosos aplausos del público que casi abarrotó el flamante Palau de la Música. También la concertino Anabel García del Castillo, a la que Liebreich felicitó efusivamente. En definitiva, acababa de cumplir uno de los mayores retos a los que puede enfrentarse una concertino en su aventurada vida artística: ser la heroína straussiana, que inmersa “en la batalla interior de la vida, aspira mediante el esfuerzo y la renuncia a la elevación del alma”. Strauss dixit.
Justo Romero
(fotos: Live Musica Valencia)