VALENCIA / Noche única, noche transfigurada

Valencia. Centre Cultural El Almudín. 29-IV-2023. Komitas: Canciones sobre temas populares armenios. Schoenberg: Noche transfigurada. Serguéi Jachatrián, Enrique Palomares, Anabel García del Castillo (violines); Pilar Marín, Santiago Cantó (violas); David Forés, María, José Santapau (violonchelos).
Fue una de las grandes citas musicales de la temporada valenciana. Por repertorio y por interpretación. Un concierto de intensas emociones y de músicas que van directas al alma, casi sorteando el filtro del cerebro. Komitas y su pasión por los temas populares armenios fueron precedente de una Noche transfigurada de Schoenberg, cuya versión original para sexteto de cuerdas fue guiada por la mano magistral del violinista armenio Serguéi Jachatrián (Ereván, 1985) a las más hondas y vivas sugestiones.
Excepcional sin peros ni reparos los engrandecidos profesores de la Orquesta de Valencia, coprotagonistas de esta velada inolvidable, elevados bajo el impulso empatizador de Jachatrián en cameristas de primera. Hay que citarlos y aplaudirlos nombre a nombre: Enrique Palomares y Anabel García del Castillo (violines); Pilar Marín y Santiago Cantó (violas); David Forés y María José Santapau (violonchelos). Interpretaciones entregadas, valientes y de decidida aptitud instrumental. Jachatrián, que es un número uno del violín de nuestro tiempo y esta temporada es artista residente de la Orquesta de Valencia y del Palau de la Música, impregnó con su genio –personal, violinístico, artístico– a todos para compartir el orgullo dignificador de hacer música al más alto nivel.
Y al más alto nivel se escuchó y sintió Noche transfigurada, la obra maestra pre-dodecafónica (se estrenó en Viena, en 1902, pero su creación se remonta a 1899) compuesta por Schoenberg inspirándose en un poema de Richard Dehmel en el que una pareja pasea por un oscuro bosque iluminado por el claro de luna, y la mujer confiesa a su amante estar embarazada de un extraño. El inquieto estado anterior a la confesión, los sentimientos enfrentados del amante al conocer el hecho y su posterior comprensión y aceptación, son descritos por Schoenberg a través de un lenguaje intensamente cromático, deudor tanto de Wagner y Brahms como de su propia indagación sonora. Expresionismo en los umbrales del dodecafonismo.
Obra maestra total y de totales exigencias expresivas y técnicas, Jachatrián y sus “colegas” de la Orquesta de Valencia se volcaron en una vivencia –que no “lectura” ni “versión”– de abrasadora intensidad, en la que música y sustancia sonora fueron confluencia de sensaciones y sentimientos. El ardor de la vivencia del escenario fue sentido y coparticipado por cada una de las almas que abarrotaron El Almodí. El silencio absoluto, indemne incluso a la bulla de sábado tarde que se filtraba desde la calle, delataba la temperatura emocional de la sala. Fue una versión sobresaliente, acertadamente preludiada por la lectura del poema original de Dehmel, recitado con énfasis, temple y sin afectación por el viola Santiago Cantó desde el propio atril. Genial.
Antes, Jachatrián, Palomares, Marín y Forés revelaron las sutilezas y desnudas luminosidades con las que Komitas (1869-1935), el singular compositor y místico armenio paisano de Jachatrián y tantos otros músicos surgidos de esta maltratada nación, traslada el universo de la melodía popular al ámbito del concierto. Cada una de las catorce piezas sobre temas de canciones populares armenias supuso nueva bocanada de aire puro, de arte esencial vertido sobre las dieciséis cuerdas que integran cualquier verdadero cuarteto de cuerdas. Jachatrián, con su genio violinístico y su alma de músico sin fronteras, iluminó de magia sonora y esencia armenia estas pequeñas pero universales obras de arte. Catorce joyas en las que Palomares, Marín y Forés fueron tan armenios y artistas como el propio as violín. De Komitas a Schoenberg, fue una noche única y “transfigurada”, no tan lejana a la noche “tristanesca” que se vivía a la misma hora en el no lejano Palau de les Arts. El éxito, como diría un crítico de la vieja usanza, “apoteósico y clamoroso”.
Justo Romero
(foto: Live Musis Valencia)