VALENCIA / Mark Elder frente al Mahler más “personal y profético”

Valencia. Palau de les Arts. 11.X.2024. Mahler, Sexta sinfonía. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Director: Mark Elder.
Entre los grandes directores de orquesta con los que la Orquestra de la Comunitat Valenciana mantiene relación estable, Mark Elder (1947) ocupa un lugar entrañable y siempre bienvenido. En esta ocasión, tras sus exitosos conciertos de 2022 (Stravinski y Strauss) y 2023 (Mahler y Shostakóvich) el veterano maestro inglés, tantos años titular de la Ópera Nacional Inglesa (1979-1993) y de la Orquesta Hallé de Mánchester (2000-2024), ha retornado al Palau de Les Arts para redundar en los compases mahlerianos. Si el año pasado fue con el Adagio de la inacabada Décima sinfonía, en esta ocasión se ha adentrado en los rocosos compases de la Sexta sinfonía, “la única Sexta, a pesar de la Pastoral”, en palabras de Alban Berg.
Obra de alto riesgo plagada de exigencias de toda índole, la Sexta de Mahler es una de las páginas más difíciles del repertorio orquestal. La más “personal y profética”, al decir de Alma Mahler. Los resultados de la interpretación de Elder y los profesores de la OCC fueron -como era de esperar de un director de tanta solvencia y de una orquesta de la calidad y excelencia de la titular del Palau de Les Arts- ciertamente sobresalientes, aunque sin alcanzar la excepcionalidad de anteriores visitas. Fue la suya una visión liviana, como decidida a esquivar las aristas más severas y devastadas de una sinfonía que no en vano es conocida como “Trágica”. Trabajada al detalle y argumentada con decidido criterio. Lejana del nervio de versiones clásicas y actuales (Kubelík, Barbirolli, Szell…; Chailly, Rattle o Gimeno).
A diferencia del nervio que en anteriores visitas impuso Elder a obras como Una vida de héroe o la Cuarta sinfonía de Shostakóvich, en esta ha optado por templar tensiones y angustias, y esquivar la desesperación, incertidumbre y desazón que alientan esta sinfonía. Los cencerros lejanos, como evocación de lo que fue, frente a los tremendos “martillazos” del último movimiento, presagio de un destino inexorable que Mahler, el supersticioso, se empeña en esquivar.
Es posible que la versión escuchada en València sea la menos apesadumbrada y trágica de una sinfonía severa, pesimista y hasta nihilista. Los tempi, pausados -el Andante, que Elder, fiel a la idea original de Mahler, ubicó como segundo movimiento, fue más bien un adagio-, mientras que al Scherzo -emplazado como tercer movimiento- le restó brio, impulso, inquietud y ese “espíritu de obstinada y desafiante determinación” que tanto estigmatiza sus muchísimos y difíciles cambios de tempo y humor. Acaso faltó aquello que escribió y revindicó el inolvidable mahleriano José Luis Pérez de Arteaga sobre una sinfonía cuyo universo es “el del presagio, el del sueño turbado y el de la lucha eterna entre las fuerzas energéticas del bien y del mal”.
La misma tónica marcó el terrible y extenso último movimiento, reto mayúsculo para cualquier maestro y orquesta. Maestro y orquesta de la mano salieron airosos en una versión pulida y escrupulosamente acabada, en la que todas las secciones lucieron, sin excepción, sus conocidas excelencias. No cabe destacar tal o cual familia instrumental en interpretación tan calibrada y de tanta raigambre sinfónica. Fue una versión de peso y tradición, acaso desdramatizada, en la que Elder optó por recuperar el tercer martillazo (“Golpe del destino”) que el supersticioso Mahler suprimió después de concluir la partitura.
Realmente, sobra y queda fuera de lugar, más si el martillo (Hammerschlag) y la “gran caja de madera” que hace las veces de yunque se ubican fuera del escenario, en la parte elevada del coro, lo que obligó al percusionista -Francisco Inglés, mayúsculo en toda la sinfonía, como el resto de sus compañeros de atril- a andar sube y baja las escaleras del coro, con la consiguiente distracción del curso musical. Aun así, gran concierto y gran Sexta, con firma y criterio verdaderamente maestros. Beethoven, el de la Pastoral, habría aplaudido esta otra “Sexta” con la misma vehemencia y calor que lo hicieron los aficionados que colmaron el espacioso Auditori del Palau de Les Arts.
Justo Romero
Fotos: Miguel Lorenzo