VALENCIA / Marina Rebeka, inolvidable
Valencia. Palau de les Artes. 4-II-2023. Ciclo “Les Arts és Lied”. Marina Rebeka, soprano. Mathieu Pordoy, piano. Canciones de Verdi, Tosti, Respighi, Cui, Chaikovski y Rachmaninov.
Volvió Marina Rebeka al Palau de les Arts, donde se la aprecia con particular afecto tras sus éxitos como Micaela (2010, con Zubin Mehta), Violetta (2017) y, finalmente, Madama Buttefly, rol que cantó por primera vez aquí, en diciembre de 2021. De ahí la calurosa ovación de bienvenida que recibido la soprano letona ya antes de cantar, cuando irrumpió en la sala principal de la ópera valenciana para abordar un hondo e introspectivo programa que abrazaba canciones y melodías italianas (Verdi, Tosti, Respighi), con otras del repertorio ruso, de Cui, Chaikovski y Rachmaninov. Repertorio breve, esencial, sin concesión a la tontería ni a la demagogia. Puro arte. Puro canto. Triste e íntimo, que penetra en el alma, los sentires, nostalgias y lloros del hombre y la naturaleza.
Marina Rebeka, artista de fuste y vocalidad forjada con técnica, talento y evidente inteligencia, se adentró en las aristas más íntimas e introspectivas del poema y sus músicas. Contó siempre con la cómplice y atenta complicidad del pianista francés Mathieu Pordoy. La voz, homogénea, bella sin reservas, poderosa y extremadamente dulce, de agilidades belcantistas, fiato a lo Caballé, dulzura a lo De los Ángeles y lirismo a lo Lorengar, se adapta con escrupuloso rigor y sensibilidad a las exigencias concretas de partitura y texto. Desde el intimismo extremo de In solitaria stanza —la canción de Verdi que abrió el programa— a las más líricas y pesantes de Chaikovski y Rachmaninov con las que cerró el programa.
Aunque el marco del recital era el ciclo Les Arts és Lied, la diva no quiso dejar fuera del mismo la ópera, que ha sido y seguirá siendo su puerta de entrada en Les Arts. Fue en la extensa tanda de bises, que supuso una imprevista tercera parte del breve programa, llegada como respuesta al clamor de la platea al concluir el programa ‘oficial’ con la canción Aguas de manantial, de Rachmaninov. Marina Rebeka tuvo el detalle de comenzar esta ‘tercera parte’ operística con el aria Un bel dì vedremo de Madama Butterfly, “la ópera que cante por primera vez precisamente en este escenario”, anunció visiblemente emocionada. Y el público —muy numeroso, que rozó el lleno de la Sala Principal del Palau de les Arts — volvió a sentir la intensa emoción de entonces, en este reencuentro con aquella Cio-Cio-San revisitada. Luego, más ópera en vena, con Ebben, ne andrò lontana, el aria de La Wally, cantada con la verdad y pureza que lo hacía Pilar Lorengar; con el vals de Musetta de La Bohème, donde la soprano hizo lucir sus admiradas agilidades belcantistas, y como cierre definitivo, el ‘bolero’ de I vespri siciliani, precisamente el título con el que estos mismos días Marina Rebeka arrasa en la Scala de Milán. “No se puede cantar mejor”, dijo alguien al concluir el recital. Aún resuenan en el viejo cauce del Turia los bravos. Inolvidable.
Justo Romero
(Foto: Mikel Ponce / Palau de les Arts)