VALENCIA / La Orquesta de Valencia firma con Albrecht su mejor concierto de la temporada
Valencia. Palau de la Música. 17-V-2024. Wiebke Lehmkuhl contralto. Orquesta de Valencia. Marc Albrecht, director. Obras de Unsuk Chin, Mahler y Brahms-Schoenberg.
Cercano ya el final de temporada, la Orquesta de Valencia acaba de firmar en su sede del Palau de la Música el que será, muy probablemente, el mejor concierto de la misma. Artífice del mismo ha sido el alemán Marc Albrecht (Hannover, 1964), que ha retornado a la capital del Turia tras las abrasadoras funciones de Elektra que dirigió en el vecino Palau de Les Arts en enero de 2020. El maestro alemán se ha remangado para picar piedra en los ensayos y limar sonoridades, modos y maneras y conseguir así una prestación sobresaliente de los profesores valencianos.
El reto no era fácil, ya que el programa entrañaba miga y ambición: el estreno en España de Frontispice, de Unsuk Chin; la orquestación de Schoenberg del Cuarteto con piano en sol menor de Brahms, y los Rückert-Lieder, entonados con voz torrencial y alma mahleriana por la contralto Wiebke Lehmkuhl, que elevó la temperatura emocional de la Sala Iturbi a lo inolvidable. Un programa que, como escribe Paco Yáñez en las notas al programa, se sustancia en la reflexión sobre la “historia como inagotable fuente de modernidad”. La surcoreana Unsuk Chin (Seúl, 1961), uno de los nombres más atractivos de la creación contemporánea, cita, mira y se explaya en precedentes como Boulez, Bruckner, Chaikovski, Scriabin o Strauss en Frontispice, mira y remira estas músicas trufadas y base de una suerte de collage decididamente propio e inconfundible. Apenas diez minutos en los que Chin hace brillar –con “modernidad” – la enorme plantilla orquestal, y plaga las sonoridades de efectos dinámicos y tímbricos tan atractivos y refinadamente planteados como los tejidos acústicos en pianísimo que, tras los momentos de mayor opulencia, quedan estáticos y desvanecidos.
Schoenberg, quizá más que orquestar –que lo hace maravillosamente– reverencia a Brahms en su particular versión del Cuarteto en sol menor, estrenada por Klemperer y la Filarmónica de Los Ángeles el 7 de mayo de 1938. Se ha dicho y escrito que se trata de la “Quinta sinfonía” del creador del Réquiem alemán. Quizá. Pero más allá de todo, está la veneración y el enorme talento del original y de su orquestador. Schoenberg hace una obra maestra desde otra que ya lo fue, es y será en su original para cuarteto de cuerdas con piano, desde el denso Allegro inicial al frenético ritmo popular “alla Zingarese” del rondó final.
Albrecht dejó constancia de maestría, clase, oficio y pundonor en una versión tan “abrasadora” y rotunda como la Elektra de hace cuatro años. La Orquesta de Valencia –que ha tocado el Cuarteto de Brahms y Schoenberg con maestros como Comissiona o López Cobos– cuajó una lectura de empaque orquestal y expresivo, con sobresaliente hacer de sus primeros atriles. Los estupendos solos de corno inglés y del concertino son extensivos a casi todas las intervenciones individuales y de conjunto, con una sección plusvirtuosa de timbal y percusión que brilló con luz propia en un conjunto todo él en noche redonda. Aplauso encendido a los profesores de la orquesta, a Wiebke Lehmkuhl y a Marc Albrecht por convertir esta cita en el concierto de la temporada. Lástima que el público –que se desgañitó en bravos– no alcanzara a cubrir apenas el sesenta por ciento del aforo de la Sala Iturbi. Ellos (los ausentes) se lo perdieron.
Justo Romero