VALENCIA / Javier Perianes, pura ilusión
Valencia. Palau de Les Arts. 17-VI-2023. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Javier Perianes, piano y dirección. Mozart: Conciertos para piano nº 21 y 23.
El Mozart de Javier Perianes se sintió el sábado como una bocanada de aire fresco y natural tras la desnortada versión que del Concierto para piano nº 24 del salzburgués dejó dos días antes el islandés Vikingur Ólafsson junto con la Orquestra de Valencia y Alexander Liebreich en el mismo escenario del Palau de Les Arts. Perianes, que a sus 44 años disfruta una plenitud rumiada con inteligencia, talento, sensibilidad, trabajo y una honradez artística a prueba de bomba, se volcó, junto con la Orquestra de la Comunitat Valenciana, en interpretaciones –que no “versiones” – cuya coherencia técnica y artística iluminaba la pureza de un Mozart difícil de adjetivar, exento de artificio, retórica o elemento que distraiga la ilusión de la música pura.
Nada es excesivo ni ayuno en el Mozart desadjetivado de Perianes, que parece seguir el consejo que el herido Manuel Vicent dio a su hijo Mauricio, recientemente fallecido: “Mauri, no uses adjetivos en los que podrías verte involucrado y desprotegido. El verbo es la acción con que se definen los hechos”. El Mozart de Perianes renuncia al adjetivo para centrar todo en la claridad del verbo. Es un Mozart que llega directo al alma del espectador, sin explicaciones ni monsergas. Grandeza de intérprete que esquiva su yo para definir y ser puente entre el hecho que es la obra de arte y el ser sensible que la siente.
Así, tanto los tres movimientos del Concierto para piano nº 21 como los del 23, ambos en modo mayor –el primero en Do, el segundo en La–, fluyeron con esa genuina ligereza y temple que caracteriza las músicas mozartianas. También con la hondura transparente y líricamente hermosa de los movimientos lentos. El cinematografiado Andante del Concierto nº 21 elevó la temperatura emocional de la sala hasta el paroxismo. Tanto como el Adagio del Concierto nº 23 tocado al inicio del programa. Luego, antes y después, los cuatro allegros que envuelven ambos movimientos centrales transcurrieron con esa radiante felicidad que sin impostación ni vacíos énfasis lleva a lo más alto. Mozart feliz y radiante, sí, pero también dramático, efusivo y cantado en sus largas frases con melodiosidad operística.
Perianes se hizo acompañar por sí mismo. Dirige desde el piano sin intención de ser director. Sabe que tiene ante sí músicos excepcionales, de primera, como son los profesores de la Orquestra de la Comunitat Valenciana. Todos se volcaron y mimetizaron en el Mozart puro y transparente que sugería el teclado. Todos y cada uno brillaron y cantaron en comunión con la partitura, con esa cristalina calidad instrumental y orquestal que tanto reclama la música sin artificios de Mozart. Intervenciones magistrales de oboe, clarinete, flauta y fagot solistas.
Aplauso grande para los intérpretes, pero también para un público novedoso que, salvo cuatro carrozas (crítico incluido), estaba conformado exclusivamente por menores de 29 años. Admirable iniciativa la de promover así la música entre nuevos públicos. Una vez más, la juventud –mucha en pantalón corto, “casual”– dio una lección de comportamiento y saber estar a los aficionados de costumbre. Ni un teléfono móvil, ni un caramelo, tos, cuchicheo o abanico… ¡Chapó!
Justo Romero
(foto: Mikel Ponce)