VALENCIA / ‘Inside metropolis’, el genio valiente de Elena Mendoza
Valencia. Palau de la Música. 19-IV-2024. Andrew Staples, tenor. María Rubio, trompa. Orquesta de Valencia. Alexander Liebreich, director. Obras de Mendoza, Britten y Ravel.
La compositora sevillana Elena Mendoza (1973) ha culminado su fecundo periodo como “compositora en residencia” de la Orquesta de Valencia con el estreno absoluto, el pasado viernes, de Inside metropolis. Obra ambiciosa, compleja y de enormes y chocantes sonoridades. En sus cerca de veinte minutos, Mendoza explora caminos y ambientes sonoros, y yuxtapone y contrapone música en tiempo real con otra grabada, que recoge sonidos incluso callejeros, registrados en los bullicios y estrépitos urbanos de Berlín, Madrid, Viena y la propia Valencia. Se trata, como explica Mendoza, de un collage en el que todo –los sonidos del escenario y los grabados– interactúa con la “espacialización” de los sonidos urbanos. Liebreich, maestro experimentado en estas lides contemporáneas, calibró con fortuna los confluyentes caudales sonoros y acústicos. Sobresaliente trabajo de maestro y músicos. Tanto como la obra tan felizmente nacida, en la que asoma con fuerza clarividente el genio valiente, sólido y cuajado de quien es uno de los valores más punteros y universales de la creación española contemporánea. La propia Elena Mendoza, que reside en Berlín, donde es catedrática de composición en la Universität der Kunste, disfrutó desde el escenario el vivo aplauso de todos.
El estreno se produjo en un programa largo y surtido, en el que también figuraban dos obras tan fundamentales y sustantivas del siglo XX como la maravillosa Serenata para tenor, trompa y cuerdas que compone Britten en 1942 y el ballet completo Dafnis y Cloe, de Ravel. Entre los grandes solistas que pueblan los atriles de la Orquesta de Valencia, figura la trompista María Rubio, que puso de relieve su alcurnia técnica y artística con una interpretación de más a más de la Serenata de Britten, seis “nocturnos” culminados con un Epílogo que ella estableció en solitario como uno de los momentos culminantes de la noche. El versátil tenor londinense Andrew Staples no tuvo su mejor día y pasó momentos de evidente apuro vocal, mientras que Liebreich y las cuerdas de la OV supieron redondear esta obra “no importante, pero sí bastante agradable, creo”, como escribió con socarrona modestia Britten a un amigo, por aquellos años en los que andaba enfrascado en Peter Grimes.
El” programa se cerró con la fastuosidad sinfónica de Dafnis y Cloe, el ballet magistral que Ravel compone para los Ballets Rusos de Diáguilev. Intervenciones solistas sobresalientes –flauta, corno inglés, trompeta, timbales– colisionaron con otras que mejor olvidar. Notables para la percusión y la cuerda, y cum laude para el concertino, Enrique Palomares. También para Liebreich, quien dirigió con efectiva maestría, e hizo relucir la opulencia sonora, matices y narrativa ravelianas. Pero al final, camino de casa, entre coches, semáforos y tubos de escape, lo que más resonaba en la cabeza del espectador eran las sonoridades atrevidas y urbanitas de Elena Mendoza. ¡Cosas de las metrópolis!
Justo Romero
(foto: Live Music Valencia)