VALENCIA / ‘Ernani’ con magistral pulso e impulso
Valencia. Palau de les Arts. 7-VI-2023. Verdi: Ernani. Piero Pretti, Angela Meade, Franco Vassallo, Yevgueni Stavinski, Laura Orueta, Matheus Pompeu, Javier Castañeda. Cor de la Generalitat Valenciana. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Dirección musical: Michele Spotti. Dirección de escena: Andrea Bernard.
Nueva gran noche de ópera en el Palau de Les Arts, en esta ocasión con el estreno en su Sala Principal de uno de los contados títulos de Verdi aún inéditos en ella: Ernani. Ambientada en la España de Carlos I, en Aragón, la quinta ópera del catálogo verdiano es fruto de un joven compositor de 31 años que se inspira en la obra teatral Hernani, de Victor Hugo, certeramente esencializada por el libretista Francesco Maria Piave. Verdi ilumina la acción con una música y sentido dramático que entrañan ya muchos de los rasgos inconfundibles del Verdi de plenitud.
En esta gran noche de ópera mucho tuvo que ver la dirección musical sin tachas del joven maestro italiano Michele Spotti (1993), quien a sus treinta años –uno menos que los que tenía Verdi cuando compuso Ernani–, se ha revelado como un primera clase de la dirección de orquesta. En la actualidad es director musical de la Ópera de Marsella y de la Filarmónica de la capital mediterránea. Pronto, si todo transcurre sin imprevistos, será sin duda uno de los grandes. Lo ha sido con este Ernani grande cargado de sentidos, impulso y pulso verdianos; de fantasía, de atención al detalle y de esa inspiración, aún tan belcantista que caracteriza a este Verdi primerizo pero de estilo y forma ya bien encauzados.
Spotti concertó foso y escena, ya desde el prometedor preludio, con la enunciación del tema del terrible pacto entre Ernani (Don Juan de Aragón) y Don Ruy Gómez de Silva, con naturalidad, equilibrio y alto dominio. Con intenso sentido teatral, cantó con los cantantes e hizo cantar a la una vez más excepcional Orquestra de la Comunitat Valenciana y al Cor de la Generalitat en día de gloria con riqueza de colores, registros y matizado criterio. Dirección efectiva, natural e inspirada, en cuyas formas, maneras y actitud late el magisterio de Rozhdestvenski, Gelmetti, Noseda y Gatti. Su retorno es imprescindible.
Entre los solistas, sobresalió por estilo verdiano, índole vocal y temperamento el Don Carlo del barítono Franco Vassallo, quien otorgó empaque, fuste verdiano y nobleza dramática al desventurado rey de España y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. El barítono milanés bordó su gran escena del tercer acto y todas sus intervenciones concertantes. Por su parte, el tenor Piero Pretti (Pinkerton en diciembre de 2021, en el mismo escenario) mostró su espléndidamente proyectada voz y su alcurnia de cantante verdiano con su entregada encarnación del rol titular. Tuvo, además, los medios y la fortaleza vocal de no palidecer ante el envite de alternar con la Elvira de la soprano estadounidense Angela Meade, un cañón de voz –casi a lo Ángeles Gulín– capaz de hacer temblar la mismísima Basílica del Pilar. Compuso una Elvira entregada, voluntariosa y de intensos decibelios. Papel cargado de dificultades y exigencias, la estadounidense lo defendió con arrojo y meritoria generosidad vocal. Faltaron refinamiento (vocal y escénico), pianísimos, canto mezzavoce, fiato y las sutilezas que también entraña el personaje. Pero eso es pedir peras al olmo… ¿Quién canta hoy así una Elvira? ¡Bravo!
El tercer enamorado en discordia de Elvira, el grande de España Don Ruy Gómez de Silva, fue revivido con disciplinada y segura corrección por Yevgueni Stavinski, quien ya participó como el corsario Giovanni en el reparto de Il Corsaro que en la misma sala dirigió Fabio Biondi en marzo de 2018. Valioso y efectivo se mostró igualmente el resto de tan pertinente elenco: la mezzo Laura Orueta (Giovanna) y el tenor brasileño Matheus Pompeu (Don Riccardo), ambos vinculados al Centre de Perfeccionament, así como el prometedor barítono-bajo palentino Javier Castañeda, que dio notable vida a Yago, el escudero de Gómez de Silva.
Escena y escenografía escuetas y cortas de ambición. Ni molestaba ni fascinaba. Tan anodina como un sin ton ni son. De echar a correr algunos momentos absolutamente prescindibles, como el abigarrado y prescindible bailoteo que tanto ensucia la oscura escena. En cualquier caso, Andrea Bernard mueve con talento y lucidez los cortos recursos y elementos utilizados. Hay detalles, algunos, resueltos con imaginación, como cuando, en la escena final, descubre el ataúd de Ernani al retirar el mantel de la mesa sobre la que Elvira y el inminente difunto celebran su pronto frustrada boda. Sugerentes proyecciones videográficas en blanco y negro. Vestuario entre convencional y estúpido de Elena Beccaro. Iluminación más mortecina que otra cosa de Marco Alba.
Éxito colectivo y bien labrado, promovido por una platea que rozó el lleno. Algún discreto abucheo al equipo escénico cuando salieron a saludar no distrajo la atmósfera de triunfo y satisfacción. La ovación se tornó clamorosa y se cargó de bravos cuando sobre el escenario irrumpió el Maestro y puso en pie a la Orquestra de la Comunitat Valenciana. Y es que en tan redonda noche de ópera, brillaron con excelencia absoluta Maestro, coro y orquesta. ¡Bravo!
Justo Romero
(fotos: Miguel Lorenzo – Mikel Ponce)