VALENCIA / Encrucijadas

Valencia. Palau de les Arts. 20-VI-2020. Concierto de alumnos del Centre de Perfeccionament Palau de les Arts. Larisa Stefan, Amber Fasquelle, Joel Williams. Stanislav Anguelov, piano. Obras de Haendel. Mozart, Saint-Saëns, Delibes, Luna y Barbieri.
Fue un buen recital, sí, pero dentro de la encrucijada de nuestros días: sala semivacía, mascarillas, ausencia de programas de manos, más controles que en un aeropuerto, público ajeno al acostumbrado, ambiente desangelado… Un “buen recital” gracias a sus cuatro protagonistas, la soprano rumana Larisa Stefan, la mezzo estadounidense Amber Fasquelle, el tenor británico Joel Williams [en la foto] y el pianista Stanislav Anguelov. Los tres cantantes, todos ellos del Centre de Perfeccionament que ya no se llama ni dirige el proscrito Plácido Domingo, ya habían dejado constancia de su solvencia artística en las tronchantes funciones de Las tetas de Tiresias programadas en noviembre del pasado año en el mismo Palau de les Arts, en la versión con dos pianos que preparó Britten del original de Poulenc.
Larisa Stefan no se anduvo con chiquitas y puso su voz de soprano ligera al servicio la Reina de la noche, de la archiconocida aria Der Hölle Rache de La flauta mágica, cuyos sobreagudos no se percibieron tan diamantinos y precisos como los de la no menos pirotécnica canción Où va la jeune Hindoue de Lakmé de Delibes. Artista también a tener en cuenta es la mezzosoprano californiana Amber Fasquelle, dueña de una voz ya importante que lo será aún más cuando controle un vibrato que en ocasiones roza lo excesivo. También cuando logre consolidar un registro grave susceptible de ganar cuerpo y proyección. Cantó con gusto, gracia e intención dramática el Voi che sapete de Las bodas de Fígaro y un Mon coeur s’ouvre à ta voix de Samson et Dalila que se resintió precisamente de ese registro grave no suficientemente consolidado, lo que restó anchura y densidad a la página maestra de Saint-Saëns.
La voz más hermosa fue la del tenor Joel Williams, que se beneficia de unos tintes baritonales que aportan empaque, calidez y presencia. Cantó un Dalla sua pace de Don Giovanni tímido y expresivamente contenido. Lástima, porque hubiera resultado definitivamente redondo de haber volcado mayor candor y menos temple. Este detalle que a veces es un océano acaso sea el punto más vulnerable de una materia vocal fascinante en sí misma y de su admirable dominio técnico. Lo uno y lo otro, lo estupendo y lo menos bueno marcaron también su cuidadosamente cantado Pajarín, tú que vuelas de La pícara molinera de Pablo Luna entonado en el mismo correcto español que lucieron sus dos compañeras en el cierre de programa, con el castizo dúo Niñas que a vender flores de Los diamantes de la corona del gran Barbieri. El piano de Anguelov fue completo y soporte de estos emergentes artistas ubicados en la encrucijada de la plenitud profesional.