VALENCIA / El violonchelo sin peros de David Apellániz
Valencia. Teatro Principal. 4-VI-2021. David Apellániz, violonchelo. Orquesta de Valencia. Director: Rune Bergmann. Obras de Honegger, Milhaud y Schubert.
Retornó el maestro noruego Rune Bergmann al podio de la Orquestra de Valencia tras su bien recordada actuación en junio de 2019 con obras de Rautavaara, Szymanowski y Sibelius. En esta ocasión ha sido con composiciones de Honegger, Milhaud y la Novena de Schubert. Y de nuevo ha vuelto a hacer gala de su correcta eficacia, dentro siempre de unos parámetros estéticos que apenas alcanzan a levantar el vuelo. Se agradece su naturalidad y profesionalidad, pero se echa de menos esa dimensión primordial de la música, del arte, que es la capacidad de conmover y emocionar, de ir más allá del punto y la coma, de la nota y el silencio.
Fue, desde el punto de vista artístico, una tarde fría, en la que solo el violonchelo sin peros de David Apellániz logró calentar el ambiente con sus interpretaciones de dos obras menores como son los conciertos que para su instrumento escribieron Arthur Honegger y Darius Milhaud, ambos nacidos en 1892, en Francia, el primero en la norteña Normandía y en Marsella el segundo. Uno y otro amigos y compañeros de estudios en el Conservatorio de París, además de puntales del grupo Les Six. Apellániz, nacido en Irún, pero cridado y crecido en Valencia, volcó sus consolidados medios técnicos y artísticos en otorgar realce y naturaleza a unas interpretaciones marcadas por la perfecta afinación, personalidad, técnica deslumbrante pero nunca efectista, y, sobre todo, por una musicalidad que es siempre natural, innata y fruto de ese talento envidiable que tanto distingue a los Apellániz (lo mismo podría decirse de su hermano, el pianista Carlos Apellániz). Señas de identidad de versiones y visiones que se adentraron en la médula particular de los dos conciertos, de ambos compositores.
Contó con el bien dispuesto acompañamiento del maestro Bergmann y una orquesta que no encuentra su espacio, sonido ni empaste en la adversa acústica sin concha (acústica) del Teatro Principal de la capital del Túria. El éxito de David Apellániz fue, por supuesto, rotundo y merecido, y se prorrogó gracias al aplauso de todos en el regalo del primer movimiento –“Preludio-fantasía”– de la Suite para violonchelo solo de Gaspar Cassadó. La perfecta interpretación de los armónicos y la rotundidad melódica de su versión quedan como guinda exquisita de la sobresaliente actuación.
Tras una breve pausa para recolocar los atriles en el apretujado escenario, los profesores de la OV y Rune Bergmann revisitaron los compases schubertianos de la Sinfonía la Grande, de la que escuchó una discreta versión, aunque de calidades sinfónicas notoriamente superiores a las de los últimos conciertos de una orquesta itinerante –su sede, el Palau de la Música, sigue cerrado a cal y canto, sin que ni dios mismo sepa cuando diablos reabrirá sus puertas– y en franco declive, que no encuentra su espacio físico ni su rumbo artístico. Destacaron la correcta introducción de las dos trompas, que cantaron bien conjuntadas la solitaria frase inicial de la sinfonía, y Roberto Turlo que dijo con efusión y calidad instrumental el maravilloso tema del oboe en el Andante con moto. Fue, en conjunto, una versión que no alcanzó el cielo, y ni quizá siquiera el firmamento, pero que, después de lo oído a la OV en las últimas semanas, sonó casi casi a gloria.
(Foto: Live Music Valencia)
Justo Romero