VALENCIA / Don Magnifico Chausson
Valencia. Palau de les Arts. 10-XII-2020. Rossini, La Cenerentola. Anna Goryachova, Lawrence Brownlee, Carlos Chausson, Carles Pachón, Larisa Stefan, Evgeniya Khomutova, Riccardo Fassi. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Director musical: Carlo Rizzi. Director de escena: Laurent Pelly.
Con un hilvanado reparto vocal propio del fino olfato y oído del director artístico Jesús Iglesias, el Palau de les Arts ha estrenado el jueves su coproducción de La Cenerentola de Rossini, presentada en alianza con la Dutch National Opera y el Grand Théâtre de Ginebra. Una función de estrellas actuales de la lírica sobre las que se alzó el más que magnífico Don Magnífico de Carlos Chausson, el veterano barítono-bajo aragonés que a sus setenta años llenó la escena con su aún poderosa voz de verdadero bajo-barítono bufo y una presencia escénica y estilo dramático entroncados en la ancestral tradición de la Commedia dell’Arte. Más que arruinado barón, Chausson fue el verdadero príncipe de una noche de gran música en la que también brilló la mezzosoprano rusa Anna Goryachova, cuya Angelina supuso una excepcional exhibición de canto belcantista que incluso evocó y se acercó escénica y vocalmente a la gloria de Teresa Berganza. Fue la suya una Angelina de carácter, más cabreada que sumisa y resignada, a tono con el concepto de la producción del francés Laurent Pelly, quien entiende al personaje más como una chacha que como la ‘friegacenizas’ a la que se refiere Anselmo Alonso en sus inconfundibles subtítulos.
Con un dominio natural y nunca impostado de la coloratura, y un registro amplio, homogéneo y sin fisuras en toda su extensión, la Goryachova fue de más a mucho más, desde su ensoñadora intervención inicial –Una volta c’era un Re– hasta un Nacqui all’ affanno de rotundo calado vocal y efusiva expresividad. Por su parte, el tenor estadounidense Lawrence Brownlee, reconocido como uno de los grandes rossinianos actuales, aportó brillo y calidad vocal a un Príncipe Ramiro que casi casi reconcilia a uno con la cosa palaciega. No desaprovechó su aguda aria del segundo acto Sì, ritrovarla io giuro para exhibir su fácil y estilizado registro agudo y sobreagudo y un fraseo y línea de canto escrupulosamente cuidados.
A tono con tan elevado nivel vocal se mostraron también el Dandini divertido y embaucador del joven barítono catalán Carles Pachón, y las hermanas –que no hermanastras- Clorinda y Tisbe, bien cantadas y encarnadas por Larisa Stefan y Evgeniya Khomutova respectivamente, ambas del Centre de Perfeccionament del Palau de les Arts. Riccardo Fassi fue un ajustado Alidoro cuya hermosa voz sorteó con habilidad la endiablada aria Là del ciel nell’arcano profondo. La veterana batuta de Carlo Rizzi obtuvo con más solvencia que arte sonoridades de alta calidad de una Orquestra de la Comunitat Valenciana dúctil, ligera, nítidamente empastada y de rápido y vibrante pulso rossiniano. La rotunda brillantez del foso, donde acaso faltaron pianísimos y sobraron fortísimos, no mermó el balance con el escenario gracias a la talla vocal de unas voces capaces de imponerse casi a todo. Reducido a 16 componentes, el enmascarillado Cor de la Generalitat hizo resplandecer una vez más sus conocidas calidades.
Laurent Pelly se empeña en este nuevo trabajo escénico en que siempre ocurran cosas en escena. Y mientras más, mejor. El resultado es un abigarramiento que distrae la sencilla esencia de un libreto y una dramaturgia que apenas necesitan cuatro pinceladas para marcar su ágil curso. Sobre el escenario, todo se articula a base de diversas plataformas deslizantes y elementos suspendidos que otorgan ligereza y momentos de innegable atractivo. En tan movedizo entorno, cantantes y coristas se ven obligados a cumplir un sofisticado, coherente y hasta arriesgado trabajo teatral, con algunos signos y guiños acaso demasiado obvios a producciones anteriores, como la escena del sofá de Don Magnifico y Dandini, que tanto recuerda a la clásica de Roberto de Simone del Teatro Comunale de Bolonia.
El contraste del vestuario –diseñado por el propio Pelly-, uno a los años sesenta y otro dieciochesco, intenta confrontar dos mundos, dos acciones. Sueño y realidad. El trajeado ‘Don Magnifico Chausson’ recuerda más al maestro Gómez Martínez que al padre de Angelina y cía. Lo de convertir a Alidoro en alter ego de Carlo Rizzi, en personaje que batuta en mano imita y articula los finos hilos que mueven la acción, es un recurso trillado y cansino. Al final, ante una sala con algo más de la mitad de su aforo –el permitido en la Comunidad Valenciana por las actuales restricciones sanitarias-, las mayores ovaciones y bravos recayeron en el gran Carlos Chausson y su gran Don Magnífico, en la sobresaliente Anna Goryachova –se premió tanto su interpretación musical como su no menos excepcional actuación dramática-, en Lawrence Brownlee y en una orquesta en la que destacaron todas y cada una de sus secciones y profesores. El teatro casi tronó cuando, desde el escenario, Carlo Rizzi los hizo saludar.
Justo Romero
(Foto: Miguel Lorenzo y Mikel Ponce – Palau de les Arts)