VALENCIA / Concierto de la Joven Orquesta Sinfónica de la Federación de Sociedades Musicales
Valencia. Palau de les Arts (Auditori). 30-V-2021. Laura Cruz y Ángela Traver, sopranos; María Morellà y Maria Rumyantseva, mezzosopranos; Miguel Ángel Ariza, tenor. Joven Orquesta Sinfónica de la Federación de Sociedades Musicales de la Comunitat Valenciana. Directores: Rafael Grau, Pedro Javier Grau, Rubén Simó, Onofre Casades, Daniel Martínez, Celia Torá, y David Doménech. Arias, romanzas y dúos de óperas y zarzuelas de Mozart, Donizetti, Bizet, Saint-Saëns, Lehár, Chueca, Moreno Torroba, Giménez y Fernández Caballero.
Más de 170 orquestas jóvenes hay en la muy musical Comunitat Valenciana. La cifra es espectacular, y es el mejor reflejo de la dinámica vida musical que disfruta el vivero de instrumentistas que desde siempre ha sido la tierra de Cabanilles, Chapí, Penella, Esplá, Rodrigo, Llácer Pla, Francisco Coll y tantos otros. Síntesis de todo ello es la Joven Orquesta Sinfónica de la Federación de Sociedades Musicales de la Comunitat Valenciana, un oportuno invento creado en 2014 por el inagotable dinamizador de todo que es el maestro de Alcácer Cristóbal Soler. La juvenil formación actuó el domingo en el Auditori del Palau de les Arts, tras trece meses alejada de los escenarios por la pandemia.
Fue un concierto cargado de impulso juvenil, singular y ameno, en el que bajo la dirección de siete jóvenes directores y cinco nuevos cantantes surcaron algunas populares páginas del gran repertorio lírico. De ópera y zarzuela. Entre las voces destacaron la soprano Laura Cruz y la mezzo María Morellà, que fijó uno de los puntos álgidos de la lírica noche con una picante y resuelta interpretación de la canción La tarántula de la zarzuela La tempranica de Gerónimo Giménez. Antes, ya dejó constancia de su prometedora clase convertida en la Dalila de Saint-Saëns, con un Mon coeur s’ouvre à ta voix cuya cuidada sensualidad apunta maneras e instinto dramático, como también demostró al adentrarse en los vericuetos belcantistas de La favorita de Donizetti, ópera de la que cantó la conocida aria O mio Fernando.
La soprano Laura Cruz, que abrió el programa convertida en Condesa de Las bodas de Fígaro para cantar un aún frío Dove sono i bei momenti, se creció luego en la petenera de La marchenera de Moreno Torroba, y, sobre todo, cantando a dúo con el tenor de muy bella voz Miguel Ángel Ariza el vals de La viuda alegre, El Dúo de la Africana, y ya fuera de programa, convertida en Soleá para dramatizar el dúo de El gato montés, de Penella, donde brilló con luz propio Ariza como estupendo y muy torero Rafael Ruiz, “El Macareno”.
No fueron los únicos protagonistas de un concierto en el que también actuaron la mezzosoprano ucraniana radicada en Valencia Maria Rumyantseva, que vestida de rojo flamenco se adentró nada menos que en la Carmen de Bizet para entonar con arrojo las famosas habanera y seguidilla. Luego, tuvo aún valor para meterse en la piel de la castiza Menegilda y cantar el famoso tango sin que casi se le entendiera una palabra, apenas el “Pooobre, chiiiica, la que tiene que serviiiiir…” y no mucho más. Por su parte, Ángela Traver se transfiguró en Zerlina –Vedrai carino– antes de adentrarse en la enseñoreada gracia descriptiva del chotis de La Gran Vía.
En el podio, se sucedieron los maestros Rafael Grau, Pedro Javier Grau, Rubén Simó, Onofre Casades, Daniel Martínez, Celia Torá, y David Doménech, quienes, desde sus propias personalidades y estilos, cuidaron e incluso mimaron con efectividad tanto a cantantes como a unos instrumentistas que durante toda la velada mantuvieron alto el listón de joven excelencia que distingue al nuevo sinfonismo valenciano. En el muy aplaudido final de fiesta, irrumpió en el escenario el alma máter Cristóbal Soler, para dirigir unas palabras a todos y, batuta en mano, dirigir y acompañar con su reconocida pericia y saberes la habanerita de Don Gil de Alcalá y el dúo de El gato montés, ambas óperas de Manuel Penella.
Justo Romero