Uno de mis discos del año
BEETHOVEN/SCHNITTKE:
Conciertos para violín / Vadim Guzman, violín. Lucerner Sinfonieorchester. Dir.: James Gaffigan / BIS
A principios de los años ochenta del siglo pasado, el extraordinario violinista letón Gidon Kremer grabó para Philips una versión del concierto de Beethoven que fue casi universalmente denostada. Contenía dos cadenzas escritas a petición del solista por el compositor ruso Alfred Schnittke, un autodenominado poliestilista que construía algunas de sus obras a partir de fragmentos de otras muchas.
Cada una de las cadenzas incluía fragmentos de todos los grandes conciertos para violín, de Bach a Berg, y el establishment musical occidental reaccionó como si hubiera sido golpeado por la caída de un sputnik. El disco recibió duras críticas y fue retirado por la discográfica; desde entonces no ha vuelto a reeditarse físicamente (aunque puede escucharse online).
En lo que a mí respecta, en su momento me encantó cada maldita nota, desde el chapoteo de una frase de Mendelssohn hasta los diabólicos graznidos de Wozzeck y Lulu. Me encantaba entonces y me sigue encantando. La interpretación de Vadim Gluzman en BIS carece, tal vez, de la gélida despreocupación de Kremer en sus mejores tiempos, pero se trata en todo caso de una lectura apasionante del concierto de Beethoven, que goza de un apoyo oportunamente contenido de la orquesta de Lucerna bajo la dirección de James Gaffigan, que deja que esas cadenzas brillen como deben.
La obra de acompañamiento es el tercer concierto del propio Schnittke, probablemente el mejor de los suyos, escrito en 1978 para Oleg Kagan y desaprobado oficialmente en la antigua Unión Soviética. Schnittke elucubra con la forma situando el movimiento lento en último lugar y dando al violín muchos cuartos de tono, pero el efecto es hipnótico y el diálogo entre el solista y la orquesta se parece mucho a una conversación normal, divagando en diversas direcciones sin llegar a una conclusión predeterminada.
Gluzman es un intérprete fabuloso, que nunca se entromete en exceso, contentándose con entablar con la excelente orquesta una discusión sinuosa y fascinante sobre esto y lo otro, aquí y allá.
Uno de mis discos del año, sin duda.
Norman Lebrecht