ÚBEDA / Stendhaliana perfección vocal
Úbeda. Sacra Capilla de El Salvador. 7-XII-2019. The Marian Consort. Director: Rory McCleery. Obras de Allegri, Ceballos, Jackson, Lobo, MacMillan, Palestrina y Victoria. • Úbeda. Iglesia del convento de la concepción. 7-XII-2019. Schola Gregoriana del Pontificio Instituto de Música Sacra de Roma. Director: Franz Karl Prassl. Vigilia de la Festividad de la Purísima Concepción.
Las dos actuaciones que cerraban la intensa penúltima jornada del Festival, en la que se celebraron cinco conciertos, estuvieron dedicados a la música coral con distinta orientación temática. El primero fue protagonizado por el conjunto vocal británico The Marian Consort, que se presentaba precedido de una extraordinaria fama. Dedicó su actuación fundamentalmente a dos cánticos sacros que tienen una profunda significación en el repertorio de la música religiosa cristiana como son el himno Stabat Mater, en la doble versión de Giovanni Pierluigi da Palestrina y de Gabriel Jackson en la primera parte, y el Miserere mei, Deus de Gregorio Allegri, que vino a ser contrastado por el contemporáneo de James MacMillan, última obra interpretada en este concierto. Como ilación a efectos de dar continuidad al programa, se intercalaron tres obras cortas de equiparable importancia musical como el Ave Maria (8vv) de Tomás Luis de Victoria, O virgo benedicta a cinco voces de Rodrigo de Ceballos y el motete para la misma formación vocal, Pater peccavi, del portugués Duarte Lobo.
Por la suma excelencia de este concierto, celebrado en el incomparable proscenio de la rotonda de la Capilla Sacra de El Salvador cuya cúpula ofrece un ideal espacio acústico, cualquier comentario por elogioso que fuese quedaría corto para valorar lo allí acontecido. El espectador se sintió en todo momento sumergido en la época del manierismo musical con un grado de autenticidad difícilmente imaginable. De ahí que la dirección del Festival, con la colaboración de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, propietaria del templo, lleve lo mejor de su programación a tal recinto como ha ocurrido en esta ocasión una vez más para el goce del público que abarrotaba este singular templo.
La homogeneidad tímbrica de los dos grupos corales que requiere la obra de Palestrina quedó patente con asombrosa perfección, cualidad que vino reforzada por la pulcritud de dicción de cada uno de los cantantes, verdaderos solistas muy especializados en su registro. La fluidez con la que fueron dirigidos por el maestro Rory McCleery permitía que el resultado de su discurso pareciera no ser de este mundo, favorecido por la extrema conjunción alcanzada por el grupo que se acentuaba por la enorme capacidad expresiva de cada uno de sus componentes.
El nivel de devoción que desprendía el canto del Ave Maria de Victoria eliminaba de la mente del oyente cualquier tipo de referencia experimentada o imaginada, produciendo su escucha un verdadero shock emocional de difícil asimilación. Aún más fue el caso del Stabat de Jackson escrito para diez voces por encargo de The Marian Consort con motivo de su décimo aniversario. Sintiéndose sus componentes junto al compositor condueños de la obra y partiendo de la singularidad estética de cada estrofa, discurrieron por ella proyectando sus voces en un alarde de variada expresividad que iba desde la rigidez vocal a la diversidad de carácter, pasando por la pureza de unas, paradójicamente, extendidas coloraturas que enriquecían y acentuaban su contenido lírico desde un perfecto control de declamación, dando razón de ser a cada palabra y así expresar las emociones de angustia e interrumpido consuelo que contienen sus textos, manteniendo un clima de latente sonoridad que ponía de relieve la creativa finura de inspiración y precisa habilidad de escritura del compositor. Su interpretación fue uno de los momentos culminantes de esta edición del Festival.
No fue menor su versión del Miserere de Allegri. Jugando con las posibilidades acústicas del templo, The Marian Consort interpretó de manera policoral esta universal obra dividiendo el grupo en dos; uno en el altar mayor y otro en el pórtico de la iglesia que eran a su vez motivados a través del cantus firmus a cargo de un tenor situado en la entrada de la sacristía a calculada distancia entre los dos coros. El público perplejo de emoción escuchaba el angelical efecto de esta disposición que en el desarrollo de la obra discurría en un constante y creciente enriquecimiento expresivo que parecía no tener fin.
Las obras de Ceballos y Lobo tuvieron la función de aplacar tensiones sirviendo de enlace para abordar la otra obra contemporánea del programa y segundo Miserere de la velada, en este caso perteneciente a James MacMillan. Compuesto en 2009 y estrenado ese mismo año en el Festival de Flandes, está dedicado Harry Christophers, uno de los grandes popes de la dirección coral de los últimos cincuenta años fundamentalmente a través de su prestigioso grupo The Sixteen. En esta ocasión, Rory McCleery ha situado las voces de sus diez coralistas en una dimensión fuera del tiempo y del espacio sacando lo mejor de cada uno de ellos a la vez que lograba un virtuosismo colectivo de una efectividad estética y técnica inimaginable. The Marian Consort se convertía así en un instrumento perfecto donde se producían unas líneas de canto que, desde una fluidez etérea, generaban un sonido de vital carácter orgánico con tal grado de belleza que podía llegar a provocar una turbación “stendhaliana” en un atento escuchante al activarse las más puras esencias de su ser sintiente. Una experiencia verdaderamente indescriptible.
El público puesto en pie tributó una ovación tan recia por absoluta que llevó al director a mitigar los efectos de aflicción de este programa -se titulaba “Tras las huellas del dolor”-, con un exquisito apunte coral del maestro napolitano Aníbal Stabile que, al parecer, sustituyó a Tomás Luis de Victoria en algunas de las instituciones romanas en las que el genial abulense ejerció su arte y magisterio. Terminaba así un concierto que con seguridad pasará a la historia del Festival como uno de sus acontecimientos más importantes.
Al filo de la media noche, el coro de la Escuela Gregoriana del Pontificio Instituto de Música Sacra de Roma, que ha sido el grupo residente en esta edición del Festival protagonizando varios conciertos, intervenía, bajo la dirección del maestro austriaco en canto litúrgico Franz Karl Praßl, en la celebración de la Vigilia Matutina de la Purísima Concepción en la iglesia del Convento de las Carmelitas Descalzas, siguiendo el rito de la Catedral de Salzburgo, cuyos salmos provienen, en algún caso, del siglo XII. La función de estos cantos realzaba la meditación y el recogimiento a los que invita esta liturgia, que estuvo presidida por un presbítero de la diócesis. Se enmarcaba este acto religioso en la estrecha colaboración del Festival con el Obispado de Jaén que hace posible la celebración del ciclo de conciertos titulado “La Música en los Monumentos de Vandelvira” que, desde hace varias ediciones, es uno de los contenidos esenciales del Festival, que le permite extender su presencia a una veintena de municipios de la provincia jiennense.
(Foto: Jesús Delgado)
José Antonio Cantón