TOULOUSE / El Teatro del Capitolio recupera con ‘La mujer sin sombra’ una de sus mejores producciones
Toulouse. Théâtre du Capitole. 31-I-2024. Isaachach Savage, Elisabeth Teige, Sophie Koch, Ricarda Merbeth, Brian Mulligan, Thomas Dolié, Julie Gousset, Pierre-Emmanuel Roubet. Direccion musical : Frank Beermann. Direccion escénica : Nicolas Joël. R. Strauss : Die Frau ohne Schatten.
Para esta reposición de Die Frau ohne Schatten bajo la dirección escénica de Nicolas Joël, estrenada in loco en 2006, debemos ante todo saludar la perspicacia y eficacia del director de coliseo de Toulouse, Christophe Ghristi, que nos ha permitido ver de nuevo esta fabulosa producción con un reparto que iguala, si no supera, las producciones de esta obra de Richard Strauss a las que hemos podido asistir, aquí y allá, en los más grandes escenarios internacionales.
Encabezando un quinteto de excepcional calidad, destaca la vibrante y alucinante Tintorera de Ricarda Merbeth, que triunfa sobre las tesituras más mortíferas con una facilidad desconcertante, por lo que se sitúa nada menos que en la línea de sus más ilustres predecesoras, como Gwyneth Jones y Birgit Nilsson, que dejaron su impronta en el papel con su generosidad, insolencia vocal y compromiso dramático. La joven y carismática soprano noruega Elisabeth Teige como la lírica y sensible Emperatriz es un verdadero encanto, mientras que Sophie Koch es una imponente Nodriza, tanto más expresiva por resaltar la ambigüedad de su personaje sin confinarlo dentro de un malefismo monolítico. El tenor americano Isaachach Savage triunfa con maestría en el papel del Emperador, tan ingrato como peligroso, y en el que es sin duda uno de los cantantes más logrados de la actualidad. Vocalmente y musicalmente irreprochable, su compatriota Brian Mulligan es, en cambio, un Barak demasiado elegante y pulido. Le falta la sencillez ruda y la humanidad cándida, incluso cruda, del Tintorero. Entre los secundarios, todos excelentes, hay que destacar a los espléndidos Mensajeros de Thomas Dolié y Faucon de Julie Goussot.
Bajo la dirección musical del alemán Frank Beermann, habitual del foso capitolino, la orquesta del Capitolio hizo plena justicia al carácter pletórico de la partitura straussiana, con su brillante y coruscante orquestación.
Por último, la sabia y respetuosa puesta en escena de Nicolas Joël es de agradecer en estos tiempos de desestructuración inane de los libretos y de traición a las ideas de los compositores. Su lectura tiene el gran mérito de hacer legible para el público menos informado este relato filosófico de gran complejidad simbólica. La producción es extremadamente bella, gracias en gran parte al suntuoso vestuario de Franca Squarciapino y a la impresionante escenografía de Ezio Frigerio. La atmósfera estética, sobre todo en la escena final, evoca los colores y las formas de Gustav Klimt y de la pintura italiana simbolista. Los cambios de un mundo a otro se basan en el ingenio del decorado: una superficie modular juega a varios niveles entre el escenario y las perchas, representando a su vez la majestuosa escalera del palacio y el tejado de la tintorería. Los colores azules del Imperio contrastan con la guarida de Barak, con sus cubas humeantes.
Una de las producciones más memorables del Teatro del Capitolio de los últimos 20 años.
Emmanuel Andrieu
(fotos: Marco Magliocca)