TORRELAVEGA / Il Fervore: luz y lucimiento en tiempos de Felipe V
Torrelavega. Iglesia de Santa Maria de la Asunción. 4-VIII-2024. Festival Internacional de Santander. Lucía Caihuela, mezzosoprano. Il Fervore. Violín y director: Jesús Merino. Obras de “Blasi”, Facco, Baset, Corselli y Nebra.
Definir una identidad propia que refleje una particular manera de ser y que les permita diferenciarse de los demás es una de las metas a las que aspiran todos los festivales de música. Al de Santander se lo ofrecen en buena medida los Marcos Históricos y el diálogo con el patrimonio de la comunidad que se establece a través de ellos, ya sea en la costa o en la montaña, en municipios turísticos en los que entra la suave brisa del mar o en lugares del interior en los que también se escribe el pasado y el presente de su larga historia.
Torrelavega es una ciudad de tradición industrial pero no por ello olvida los valores humanos que representan el arte y la cultura, renovándose cada verano como una de las sedes centrales del ciclo. Su neogótica Iglesia de Santa Maria de la Asunción acogió el concierto inaugural de los Marcos con la mirada puesta en la música compuesta en la época de Felipe V, el primer Borbón en acceder al trono español y, como tal, instaurador de una nueva manera de observar el mundo. Fue un momento en el que importantes compositores de Italia se establecieron en España y en esa mezcla de tradición propia e influencias italianas situaron su programa los músicos de Il Fervore, uno de esos grupos jóvenes nacidos con el espíritu de entusiasmo y energía que vive la música antigua en nuestro país. Jesús Merino y Lorena Padrón al violín, Raquel Massadas a la viola, Bruno Hurtado al violonchelo, Julio Caballero al clave y Rafael Arjona a la tiorba y la guitarra barroca fueron, junto a Lucía Caihuela, los artífices de la revelación absoluta que para muchos supondría la música de esta velada.
Ni una sola pieza estuvo de más. Las arias de Jaime Facco para Las amazonas de España (Reinar más es penar y Ay, infelice, qué oí) hicieron transitar a los músicos de un virtuosismo lleno de vigor a una belleza lenta, a una emoción tan serena como contenida. Caihuela estuvo expresiva, técnicamente impecable, sin dobleces en una voz que llenaba sin problemas el recinto, al tiempo que Merino conducía el conjunto sin reservarse nada, como si buscara contagiar a sus compañeros el placer de sentirse músico. Esa vivacidad enorme fue también lo que más destacó en las piezas instrumentales de Vicente Baset, así como en el acompañamiento de las hermosísimas arias (Cristal detenido y Sube el fuego a su elemento) de Francesco Corselli para La cautela en la amistad y robo de las sabinas, en las que Caihuela volvió a lucir una musicalidad honda, diáfana y sin artificios. Verdaderamente, hay lugares del repertorio que merecen ser rescatados del silencio. Dos arias de Amor aumenta el valor de José de Nebra (Adiós, prenda de mi amor y Más fácil será al viento) culminaron el concierto recordando cuánto reconforta hallar una música tan vital y cautivadora como la suya.
Asier Vallejo Ugarte
(fotos: Pedro Puente Hoyos)