Teresa Zylis-Gara, señorío y dulzura
Otra ‘divina’ que se nos va: la polaca de Landwarow (actualmente Lentvaris, Lituania) Teresa Zylis-Gara, que ha dejado este mundo a los 91 años, según unos, u 86, según otros. Las distintas fuentes no se ponen de acuerdo. Una de las enciclopedias más fiables y detalladas, el Grosses Sängerlexikon de Kutsch y Riemens, editada en Stuttgart, consigna la fecha de nacimiento el 23 de enero de 1935, que parece la más probable si seguimos atentamente la evolución de la carrera de la cantante, que estudió en el Conservatorio de Lodz con Olga Felixovna Ogina y ganó en 1954 el primer premio en el Concurso de noveles de Varsovia.
A partir de ahí dio sus primeros pasos en la Radio Nacional y con la Filarmónica de Cracovia. Su debut oficial se produjo en 1956 en esa ciudad interpretando el papel de Halka en la ópera del mismo título de Moniuzsko. Rápidamente abordó partes determinantes como la de Madama Butterfly. Poco después ganó el segundo premio del Concurso de Toulouse y en 1960 el tercero en el de la ARD de Múnich, lo que aceleró el curso de su carrera hacia el estrellato. Oberhausen fue un estupendo banco de pruebas pues allí se fogueó con las féminas de Mozart: Fiordiligi, Pamina, Donna Anna… Completó su formación con Dieter Jacob y se lanzó a conquistar el mundo.
Se afilió al elenco del Teatro de Dortmund en 1962. Allí cantó Octavian de El caballero de la rosa de Strauss en el nuevo coliseo, inaugurado cuatro años más tarde, al lado de Elisabeth Grümmer y Kurt Böhme, aunque en la temporada precedente se había unido ya a la Ópera del Rin de Düsseldorf, en la que interpretó, gracias también a su progresivo dominio del alemán, muchos de los personajes principales de la literatura germánica. Hamburgo, Múnich y Viena la esperaban con los brazos abiertos. Lo mismo que Glydebourne, en donde, en 1965, actuó al lado de la Mariscala de Montserrat Caballé en Der Rosenkavalier.
En 1968 se produjo el salto al Metropolitan de Nueva York, donde mostró su clase en la Donna Elvira de Don Giovanni, uno de sus papeles emblemáticos. Tras una de sus actuaciones en él, el crítico Irving Kolodin escribió: “Zylis-Gara, que ha emergido de su origen polaco en el escenario operístico internacional en los últimos ocho años, tiene atributos inusuales para Elvira. Su voz es brillante y sustancial, lo que significa que puede transmitir la intensidad de la emoción en el papel -ella es, después de todo, la única que realmente ama al Don- sin mostrar los rasgos propios de una arpía. La última gran Elvira, de una manera muy diferente, fue Elisabeth Schwarzkopf. Zylis-Gara, una consumada técnica, además de mujer guapa y actriz capaz, bien podría asumir tanto el papel como el rango de su distinguida predecesora”.
No iba descaminado Kolodin. Por lo que conocemos de su arte a través de sus abundantes grabaciones y por lo poco que pudimos escucharle en vivo, la polaca era una artista singular. Nos gusta eso de “voz brillante y sustancial”; porque, en efecto, doña Teresa poseía un instrumento de muchos quilates. Era una lírica plena pura, de timbre soleado y homogéneo, de extensión suficiente de algo más de dos octavas, de emisión ligerísimamente gutural, pero envuelta en unas sonoridades aterciopeladas, que podían alcanzar en determinados instantes suaves y dulces irisaciones sin perder por ello la galanura, la firmeza en la dicción —siempre muy cuidada en ella—, la sobriedad y la íntima expresividad. Un buen ejemplo es precisamente su interpretación del aria Mi tradì quell’alma ingrata, que se acompañaba en las páginas web de esta revista en el momento puntual de consignar la desaparición de la diva.
Aunque realmente, Zylis-Gara de diva en el sentido tradicional del término tenía poco. Era una mujer afable y sencilla, nada creída, simpática y comunicadora; cualidades que podemos advertir en la entrevista concedida en 1997 a August Everding en el célebre programa televisivo Da Capo de este importante hombre de teatro, administrador y crítico. Contaba sus peripecias y exponía sus opiniones de manera sencilla; como el arte que desarrollaba en los escenarios, en la multitud de personajes que llegó a abordar y en los recitales que comenzó a prodigar a partir de 1980. Al respecto recordamos el que hizo en el Real de Madrid el 27 de mayo de 1987 junto al pianista Christian Ivaldi con un programa de canciones de Moniuszko, Chaikovski, Rachmaninov y Dvorák. Aunque ya no estaba en sazón y para trotes excesivos dejó constancia de su clase y nos permitió apreciar los ya episódicos suaves y dulces giros de su voz.
Cuando aterrizó en el Met, causó tal sensación que el todopoderoso director artístico del Teatro, Rudolf Bing, la amarró para varios años subsiguientes. La cantante volvió, con Bing ya desconectado de la entidad, durante las siguientes catorce temporadas cantado los papeles más diversos y comprometidos: aparte los mozartianos, Amelia de Un ballo in maschera, Butterfly, Desdemona, Violetta, Elsa de Lohengrin, Leonora de Il trovatore, Liù de Turandot, Adriana Lecouvreur, Tosca… Hasta 233 actuaciones. Por supuesto intervino en la Gala de despedida a Sir Rudolf el 22 de abril de 1972. Se puede escuchar todavía su Dúo de Otello junto a Franco Corelli.
En la noche de Reyes de 1986 la soprano apareció en el Teatro del Liceo de Barcelona, junto a otros muchos cantantes, en una gala benéfica a favor de los damnificados del terremoto de México. Un acto de solidaridad que se hizo célebre. Tras sus muchas batallas sobre la escena nuestra artista recibió en 2004 el doctorado de la Academia de Música Karol Lipinski y en 2016 el de la Academia de Música de Lodz, la ciudad en la que empezó a hacerse cantante.
Como era de esperar la actividad de Zylis-Gara en los estudios de grabación fue profusa a lo largo de los años. En una rápida ojeada podemos señalar: Missa Solemnis de Beethoven con Guilini (EMI), Le Roi Artus de Chausson con Jordan (Warner), Melodías de Chopin con la pianista Halina Czerny-Stefanska (Erato), Fausto de Gounod (EMI), Das Klagendelied de Mahler (Nimbus), Mélodies de Lalo con Christian Ivaldi (Harmonia Mundi), Cosi fan tutte, con John Pritchard (Metropolitan Opera, Sirious) y Don Giovanni de Mozart, con Karajan (Orfeo), Stabat Mater de Rossini, con Giulini (Voce), Ariadna en Naxos con Kempe (EMI), Cuatro última canciones de Strauss, con Decker (gran interpretación en vivo) (Harmonia mundi), Arias de ópera eslava (Rodolphe), Don Carlo de Verdi, con Gavazzeni (RAI, Myto), Canciones de Szymanowski (Nagrania), Otello de Verdi, con James Levine (Met Opera).
Son solo algunas muestras de las muchas que cabría citar; como una Manon de Massenet con Fournet, un Requiem de Mozart con Gönnenwein, con quien grabó también la Pasión según San Mateo de Bach, una insólita Anna Bolena de Doizetti de la Radio de Colonia… Y un largo etcétera que hace que en ningún momento podamos olvidarnos, si no queremos, de la insigne soprano polaca.
Arturo Reverter
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