Teodor Currentzis
Hay directores de orquesta diferentes y luego está el greco-ruso Teodor Currentzis (Atenas, 1972). Un músico creativo e iconoclasta que emprendió su propio camino tras graduarse, en 1999, con el legendario Ilya Musin en el Conservatorio de San Petersburgo. A diferencia de otros discípulos suyos, como Temirkanov, Gergiev o Bychkov, Currentzis creó su propia orquesta en 2004. Un conjunto de músicos incondicionales, llamado musicAeterna, que tocan instrumentos de época y le siguen como una especie de comuna de iniciados. Combinan la mayor exigencia artística con la reconsideración de las viejas tradiciones interpretativas y la búsqueda de nuevas alternativas. La orquesta nació en el Teatro de Ópera y Ballet de Novosibirsk, donde realizaron sus primeras grabaciones para Alpha con obras de Purcell, Shostakovich y Mozart. Y, en 2011, se trasladaron al Teatro de Ópera y Ballet de Perm, una ciudad periférica e industrial situada en el costado occidental de los montes Urales, donde han sumado un coro que está entre los mejores del mundo. Allí han seguido grabando para Sony Classical discos de Rameau, Chaikovski y Stravinsky, entre los que destaca su registro de la trilogía operística de Mozart y Da Ponte, realizado entre 2013 y 2015. Currentzis recibió a SCHERZO en su despacho de la Ópera de Perm para hablar de sus últimas grabaciones y próximos proyectos, que incluye su esperado regreso a Madrid para debutar, a finales de noviembre, en los ciclos de Ibermúsica.
Tengo la impresión de que musicAeterna es para usted mucho más que una orquesta.
Es un grupo de entusiastas surgido de mi filosofía. En todas las orquestas hay gente fantástica. Músicos que se preocupan por la música, que siempre están estudiando y plantean buenas preguntas. Que se sobreponen y respiran contigo. Gente con energía que nunca pierden la esperanza de conseguirlo. Quizá sean el dos por ciento de cada orquesta. ¿Se imagina lo que sería hacer una orquesta que incluyera tan sólo ese tipo de músicos? Pues eso es musicAeterna. Una destreza muy alta, pero no sólo eso. Por ejemplo, en las audiciones de nuevos músicos para mí no es importante su país de origen. Nunca concebiría audiciones ciegas tras un biombo. Yo necesito verles tocar, hablar con ellos, verificar si tenemos las mismas ideas y respiramos juntos. Es casi como formar una familia. Está claro que no harías una audición tras un biombo para elegir a tu esposa. (…)
Ahora está inmerso en la grabación de las sinfonías de Beethoven y Mahler. ¿Pretende también crear nuevos arquetipos para cada una de ellas?
No creo que en Beethoven haya grandes tradiciones interpretativas. Quiero decir que, por ejemplo, nadie ha hecho una grabación que tome verdaderamente en consideración las indicaciones metronómicas del compositor. Hay quizá un par de directores que han hecho buenas grabaciones, como Roger Norrington y John Eliot Gardiner, por los que tengo un gran respeto. El resto son interpretaciones más o menos románticas de Beethoven que adoptan cierto espíritu revolucionario en el sonido. Pero nadie ha dejado a un lado cómo se ha tocado esta música en los últimos doscientos años y ha hablado mentalmente con este sordo loco para entender lo que quería. En mis interpretaciones quiero contar que, por ejemplo, el compositor que compuso la Novena sinfonía fue el mismo que escribió la Gran fuga. Para mí Beethoven es el compositor más avanzado.
¿Y Mahler?
En octubre se publicará en Sony Classical nuestra grabación, realizada en Moscú, de la Sexta sinfonía. En esta obra hemos desarrollado una filosofía muy especial para el movimiento final. Hemos trabajado muy duro para dar sentido a su forma desde dentro, sin realizar ninguna división o pausa durante la grabación. Creo que es el mejor disco que hemos grabado hasta el momento. También hemos registrado la Primera sinfonía, que está en proceso de posproducción, y después grabaremos la Cuarta.
En su próxima visita a Madrid con musicAeterna, en noviembre, dirigirá, precisamente, la Cuarta de Mahler y debutará dentro de los ciclos de Ibermúsica.
Me hace mucha ilusión volver a Madrid, pues tengo recuerdos muy bellos y una gran nostalgia de los meses que pasé allí dirigiendo óperas en el Teatro Real, en 2012 y 2013. Hice muchos amigos e incluso allí grabamos Las bodas de Stravinsky. En cierto modo, tal como le decía, somos una orquesta un poquito española. Por eso, cuando nos propusieron incluir Madrid en nuestra gira, aceptamos enseguida. (…)
Pablo L. Rodríguez
(Extracto de la entrevista publicada en el nº 343 de la revista SCHERZO, correspondiente a septiembre de 2018, disponible en la hemeroteca)