¿Tenía que cerrar realmente el Met?
El mismo día en que Peter Gelb anunciaba el cierre del Met durante toda la próxima temporada, la austera English National Opera (ENO) estaba ofreciendo una Bohème, retransmitida por el canal de televisión Sky Arts, desde un gran aparcamiento de coches en el norte de Londres, a 100 libras el turismo o 35 la bicicleta.
La lluvia caía a cántaros, y la pobre Mimì apenas podía ver más allá de sus pestañas, pero el público hacía sonar los cláxones de sus vehículos con entusiasmo después de cada número, y nosotros desde casa aplaudíamos este triunfo del arte sobre las múltiples adversidades: la Covid, la escasez de fondos, la pésima gobernanza, y suma y sigue. La Mimì de Natalya Romaniw ponía en evidencia la ardiente fortaleza y la fe en la ópera que tantas compañías han perdido durante esta pandemia.
Afortunadamente, el ingenio de la ENO no es un caso aislado. La Ópera de Zúrich ha ideado un modo de presentar un Boris Godunov con seguridad, situando a la orquesta y al coro en lugares diferentes y realizando una emisión simultánea. La Scala, el Teatro Real, Viena y Berlín han logrado reabrir sus puertas. Glyndebourne y Garsington han utilizado sus grandes jardines de forma creativa. Dondequiera que la ópera está siendo interpretada, la gente está reconsiderando las dimensiones de esta forma artística, de modo que sea capaz de sobrevivir a los previsiblemente muy difíciles dos o tres años que tenemos por delante, así como la manera en la que podrá reconfigurar todo el espacio disponible para un futuro renacimiento.
Ningún esfuerzo imaginativo de esta naturaleza se ha realizado desde el Met. Enfrentado a un enorme contratiempo, la reacción del coliseo neoyorquino ha sido la más fácil: cerrar. Con todo un Central Park a sus puertas, el Met se ha negado a salir, y de ese modo ha fallado a los artistas, ha fallado al público y, lo peor de todo, ha fallado al arte mismo de la ópera.
Sin embargo, este podría ser el comienzo de una nueva era. La ópera encontrará nuevas formas de florecer fuera de los viejos y esclerotizados teatros. Se diseminará por los espacios al aire libre, por los aparcamientos, los parques, los terrenos baldíos, los nuevos horizontes. Habrá una manera. Debe haberla.
Norman Lebrecht
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