Soberbia y mahleriana ‘Séptima’ de Silvestrov
SILVESTROV:
Oda a un ruiseñor; Concertino para piano y pequeña orquesta; Sinfonía n. 7 . Orquesta Sinfónica Nacional de Lituania. Dir.: Christopher Lynton-Gee / Naxos
Cuando escucho música de Silvestrov, me pregunto a menudo por qué no es uno de los compositores vivos más interpretados. Su música es a la vez intelectualmente exigente y acústicamente placentera, hermosamente construida e inesperadamente conmovedora. Debería estar presente en cualquier temporada de conciertos.
Nacido en Kiev en 1937, y convertido en un importante catalizador de la vanguardia moscovita de los años sesenta, Silvestrov fue considerado como “uno de los más grandes compositores de nuestro tiempo” por colegas tan distinguidos como Alfred Schnittke y Arvo Pärt. Sin embargo, para los directores occidentales, bien podría tratarse de un pastor de Mongolia, por toda la atención que dedican a su obra. Silvestrov tiene 83 años y sigue componiendo. Escuchémoslo ahora.
La primera grabación mundial de su séptima sinfonía, dirigida por Christopher Lynton-Gee en Lituania, se complementa con tres obras poco conocidas, a cual más fascinante. Una adaptación en ruso de diecinueve minutos de la Oda a un ruiseñor de John Keats suena casi familiar desde el momento en que uno se da cuenta que el lenguaje musical, aun conservando su originalidad, ocupa un territorio a medio camino entre Leos Janacek y Alban Berg. Me encantó la primera vez que la escuché y he vuelto a ella una y otra vez.
Una cantata de 2014 nos lleva a una escritura pastoral teñida de romanticismo, aunque posmoderna en su distanciamiento, una hermanastra de Arvo Pärt. El concertino para piano y pequeña orquesta de 2015 contiene pasajes de puro minimalismo susceptibles de entusiasmar a las emisoras de radio de escucha fácil si no fuera por una ominosa corriente subterránea de subversiva ironía. Todo lo que hace Einaudi, Silvestrov lo hace mucho mejor.
Finalmente, la sinfonía de 2003 nos lleva a través de las montañas de la Novena de Mahler (hay una cita literal en la página inicial) hasta el llamativo vacío de su inacabada Décima. Es mitad tributo y mitad comentario sobre el último Mahler, y la Orquesta Sinfónica Lituana la interpreta con una tensión que yo no he escuchado en ningún Mahler interpretado por la Filarmónica de Viena. Es casi como si Mahler nos hablara desde la tumba, estirándose en ocasionales referencias a Britten y Shostakovich en un fabuloso collage.
Norman Lebrecht