Síndrome de abstinencia

Mieczyslaw Weinberg: Concierto para violonchelo, op. 46; Fantasía, op. 52; Concertino, op. 43bis / Raphael Wallfisch, violonchelo. Kristiansand Symphony Orchestra. Dir: Lukasz Borowicz. CPO
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Hay ciertos compositores a quienes tengo que escuchar regularmente si no quiero sufrir de síndrome de abstinencia. No es el caso de Mahler, a quien tengo tan incrustado en la memoria que puedo recordar cualquier tema suyo sin esfuerzo. Tampoco de Beethoven, con quien convivo todo el año después del desayuno. Pero sí, definitivamente, de Shostakovich, aunque también de su amigo íntimo Weinberg. Si paso un mes sin su compañía comienzo a sentir la ausencia.
Weinberg (1919-96), un refugiado judío-polaco en la Rusia de Stalin, tuvo la fortuna de sobrevivir a la purga de 1948 en la que su suegro fue asesinado. Escribió el Concierto para violonchelo en 1956, durante el deshielo de Jrushchov, y fue estrenado por Mstislav Rostropovich, el más célebre violonchelista de Rusia. Se trata de una obra folclórica plagada de temas judíos y un segundo movimiento que anticipa El violinista en el tejado. En medio del antisemitismo soviético, Weinberg proclamaba a viva voz su condición de judío.
El chelista británico Raphael Wallfisch interpreta el concierto con una tonificante empatía, muy bien acompañado por la Kristiansand Symfoniorkester, dirigida por Łukasz Borowicz. Sin embargo, el mayor descubrimiento de este álbum es un concertino para chelo y orquesta que Weinberg escribió en 1948, y que tuvo que retirar por temor a las represalias estalinistas. Inédito hasta 2017, se trata de una serena meditación sobre melodías inequívocamente judías, una cultura que había sido recientemente devastada por Hitler y que ahora era perseguida por Stalin.
Aunque estoy muy familiarizado con el Concierto para violonchelo, me inclino a pensar que el Concertino posee, si cabe, una fuerza mayor; es aún más conmovedora, más apasionante, más musical.
Adoro a Weinberg.