SEVILLA / Un ‘Nabucco’ moderno
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 13-VI-24. Juan Jesús Rodríguez, María José Siri, Simón Orfila, Alessandra Volpe, Antonio Corianò, Luis López, Carmen Buendía, Andrés Merino. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y Coro del Teatro de la Maestranza. Iluminación y escenografía: Thomas Walgrave. Vestuario: An D’Huys. Dirección musical: Sergio Alapont. Dirección de escena: Christiane Jatahy. Verdi: Nabucco
Cada vez resulta más difícil describir lo visto y oído en nuevas producciones operísticas. Sobre esta de Nabucco, estrenada en junio de 2023 en Ginebra, la directora de escena afirma, en la entrevista aparecida en el programa de mano -que le hace Clara Pons, encargada de la dramaturgia-, que “utilizamos el espacio del teatro en su totalidad, incluido el espacio habitualmente reservado a la mirada del público. Y el espacio oculto, dentro o fuera entre bastidores, forma parte y da respuestas a la historia que estamos contando. En cuanto al uso de la cámara en escena, para mí siempre es dramatúrgico”. Y más adelante: “Además, parte del coro está entre el público. Así que ya no está claro quién es el público y quién cuenta la historia. ¿El que canta o el que imagina o ve?” Hacia el final de la entrevista concluye: “Estoy un poco obsesionada con el concepto de fiesta, es el único lugar/tiempo social donde la gente puede quitarse la ropa, literal y figuradamente, y en una fiesta, siempre hay alguien cantando y tocando un instrumento”.
Con estas respuestas cuesta trabajo saber qué quiere decir la directora, por más que en su versión intente mostrarnos “las cosas invisibles”: ¿las que no quiso Verdi que se vieran? El oxímoron no es fácil de desentrañar. Se recurre a un gran espejo en el que se reflejan director musical, cantantes, figurantes multirraciales y público; se utiliza una plataforma con agua donde se zambullen unos y otros; la pantalla de los vídeos reproduce la imagen de los solistas, sus caras, los gestos de su boca, pero desincronizados, de modo que no hace más que distraer o casi anular el discurso musical; cae una simulada lluvia torrencial, como un castigo divino; carreras por el patio de butacas y los laterales. Unas figuras con burkas blancos que recorren el escenario y algunas se caen como un guiñapo tirado al suelo. Cosas, tal vez invisibles, y que ahora vemos en la ceremonia de la confusión. Ocurrencias, por otra parte, ya utilizadas en otras producciones.
Musicalmente, la representación estuvo por encima de lo escénico. El español Sergio Alapont, llamado para sustituir a Francesco Ivan Ciampa, dirigió a la Sinfónica con viveza y dinamismo; marcó con decisión los tiempos, pero también insufló lirismo en los momentos requeridos. En general, la segunda parte sonó más a Verdi que la primera, pues muchos de los efectos visuales habían perdido ya su impacto, y la atención del espectador podía centrarse en la música. La mejor voz, sin duda, fue la del veterano onubense Juan Jesús Rodríguez, patético en el Deh, perdona y emotivo en el Dio di Giuda! Le secundó bien la uruguaya María José Siri alternando su estilizada línea de canto con aceptables agilidades. No le favoreció su vestimenta masculina, aunque en el montaje escénico fuera un detalle menor. Simón Orfila tardo en encontrar su voz como Zaccaria, pero en el último acto logró convencer. No así la Fenena de Alessandra Volpe de escaso fraseo y afinación; mejor, aunque sin brillantez, el Ismaele de Corianò, siendo buenas las cortas intervenciones de Luis López Navarro, Carmen Buendía y Andrés Merino. Y como era de esperar, el momento culminante fue el del coro en el Va’, pensiero, cuyo finale prolongó Alapont en un diminuendo interminable. Pero aún quedaba el mayor tributo a la modernidad. Se mutila el final verdiano: Abigaille ni cae ni muere; la Orquesta emite sonidos discordantes, compuestos por Antonino Fogliani, el director que estrenó la producción en Ginebra; el coro se entremete en el público y entona a cappella de nuevo el Va’, pensiero, una última ocurrencia de la laureada brasileña Christiane Jatahy, que banaliza con esa morcilla esta magistral obra del joven Giuseppe Verdi.
Jacobo Cortines