SEVILLA / Tomeu Moll-Mas: un piano, infinitas voces

Sevilla. Espacio Turina. 4-II-2022. Tomeu Moll-Mas, piano. Xavier Gelabert, electrónica. Obras de Arias/Moll-Mas, Güemes Cabrejas, Gelabert y Rzewski.
Uno de los múltiples aciertos del Festival Encuentros Sonoros que coordina, en el Espacio Turina de Sevilla, el ensemble Taller Sonoro es el de dar cabida, en cada edición, a alguna propuesta que gusta de moverse en los límites; en los límites de la academia, pero también del conceptualismo, en los márgenes de lo híbrido y persiguiendo la indefinición. El concierto del pianista mallorquín Tomeu Moll-Mas tuvo bastante de todo lo anterior planteando un recital a partir de la idea, expresada en catalán Veus un piano; vemos un piano, la voz del piano…
Comenzó con una obra casi puramente electroacústica, de carácter radiofónico, un retrato del docto filólogo, poeta y orientalista Joan Mascaró. En forma de Impromptu, la pieza de Helga Arias y el propio Tomeu Moll-Mas enarbolada un sereno collage biográfico punteado por voces (entre ellas, la del propio Mascaró) y con reminiscencias de los lugares que fueron centro de interés del pensador balear. Centrado casi exclusivamente en el arpa del piano, Moll-Mas realizó una improvisación muy musical en la que restallaron esquejes de música india.
Más incisiva fue Voix, estreno absoluto y obra de Xavier Gelabert, encargado en el concierto de la electrónica. La búsqueda de las resonancias de las voces de los antepasados pero también la invocación de las entidades imaginarias que hablan a quienes las padecen se entrecruzaron en una partitura pianística rotunda, generosa en fortes en los extremos, pero muy hábilmente resuelta. Menos inspirada, Fonema, otro estreno, debido a Iker Güemes Cabrejas acabó siendo demasiado explícita en la referencia a los primeros momentos del habla humana; siendo además presa de un discurso de gran indefinición estética.
Moll-Mas todavía tenía que vérselas con la amplia De Profundis, de Frederic Rzewski, todo un acierto su programación en un concierto que, de esta forma, reivindicaba la memoria del compositor, fallecido el pasado año. Escrita para pianista recitante a partir de concluyentes y nada elusivos textos de Oscar Wilde, la obra puso en no pocos aprietos a un intérprete que dio con el punto justo de no-afectación que demanda la página. Antes que llevarla al melodrama, a la teatralidad, el músico la defendió desde la asunción de un tono sereno, casi neutro, mezclando sagazmente su propia voz con la que emanaba del piano.
Ismael G. Cabral