SEVILLA / ROSS: Un nuevo intento y un puñado de clásicos populares
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 20-I-2022. 5º Concierto de abono. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Anastasiya Petryshak, violín. Director: Giuseppe Finzi. Obras de Cañete Celestino, Ravel, Saint-Saëns y Respighi.
Apreciamos el gesto de la Sinfónica de Sevilla de plantear una temporada en la que al fin la música contemporánea ocupa cierto (tímido) lugar con un plantel de obras de autores españoles, casi todas ellas adheridas a una estética cinematográfica, conservadora. Hace ya demasiados años que no se escucha en el Teatro de la Maestranza ninguna de las obras del más sobresaliente de los compositores actuales andaluces: José María Sánchez-Verdú. Ni hablar digamos del gran y desaparecido jiennense Francisco Guerrero. El sevillano Alberto Carretero sigue esperando el estreno de su ópera La bella Susona, que le encargó el anterior titular de la ROSS, John Axelrod. La obra de los sevillanos de adopción Lula Romero (con continuos estrenos en la órbita germana) y César Camarero también deberían ser objeto de interés por parte de la principal orquesta andaluza. Citemos también a la hispalense Elena Mendoza, Premio Nacional de Música. Todos ellos enarbolados en estas líneas con la hasta cierto punto lógica tentación de hacer patria territorial.
La obra del cordobés Rafael Cañete Celestino (1976) que oímos, en forma de estreno absoluto, Fantasía sonora nº 3 (2021) resultó una pieza neoexpresionista que busca climas y entrevera aceleraciones cinemáticas. Hay oficio y voluntad de presentar las ideas bien empacadas, pero la partitura no acaba por imponerse en la escucha. Tampoco es que la ROSS, a las órdenes de Giuseppe Finzi, ofreciera su mejor prestación, pasando muy de puntillas por la obra. Tzigane de Ravel y, a renglón seguido, Introducción y rondó caprichoso de Saint-Saëns dieron la medida después de un programa muy digerible y popular. Una y otra página fueron solventadas por la violinista Anastasiya Petryshak, con un sonido sin aristas, de escasa densidad y sin apenas oscuridades; puro virtuosismo desplegado sin mácula, pero también con escasa capacidad de contagio emocional.
Con Fuentes y Pinos de Roma, de Ottorino Respighi, concluyó este recital de clásicos acreditados. En los Pinos Finzi demostró ser un buen concertador, jugando con la espacialidad de algunos instrumentos (campanas tubulares, vientos) para aumentar el efectismo de una partitura que también mimó en sus partes más concentradas, con un apreciable juego agógico entre unas secciones y otras. La Sinfónica ayudó al director a firmar una interpretación más que notable, tanto que no necesitaremos volver a oír esta célebre música en muchas temporadas.
Ismael G. Cabral
(Foto: Guillermo Mendo)