SEVILLA / ROSS, climas y anticlimas en el arranque del curso
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 12-X-2023. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Marc Soustrot, director. Obras de Bizet, Saint-Saëns, Ravel y Poulenc.
No es mala cosa arrancar una temporada con una obra tan popular y agradecida como la Sinfonía nº 3 (1886) de Camille Saint-Saëns. Es una página en la que algunos directores creen ver a Beethoven entreverado y otros al Mendelssohn de las Sonatas para órgano, también al Schubert de sus primeras sinfonías. El director titular de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS), Marc Soustrot, tira por un camino intermedio. Ni ampulosidad romántica ni ligereza lírica. Como gran creador de climas y de tensiones internas, el maestro la dirigió atento, sobre todo, al color y a la rítmica. Se puede decir que fue una versión escolástica, pero por así decirlo, de escolástica francesa. Pocos directores germanos la asumirían como Soustrot lo hizo.
La pianista de la plantilla, Tatiana Postnikova, se reservó para sí la parte organística y pareció disfrutar del sonido denso y vintage del órgano Hammond que posee la orquesta. Claro que no tiene la robustez y amplitud de un órgano de tubos, pero su primera entrada, con esos graves profundos, dio a la obra una pátina de ambición galáctica ciertamente singular. Luego ese tono irreal, tan ajeno al sonido acústico de la orquesta, se acrecentó en las agilidades dinámicas. Pero estuvo bien así, tal cual. Es verdad que fueron dos mundos, el de la orquesta y el del órgano, y que esto provocó algunos escollos a la hora de compactar los planos sonoros, a los que no fueron ajenos Soustrot y los profesores. Pero en ese punto medio entre la presteza y la música cinematográfica, en ese encantador perfume que destila la partitura, se encontró buena parte del encanto de esta interpretación.
Hubo más Saint-Saëns en la irregular primera parte, con una Danza macabra (1874) expuesta con todo en su sitio, reivindicándose con ella una orquesta que, con el rodaje previo de la temporada que supuso Tristán e Isolda, llegó al primer concierto de abono ejemplarmente engrasada. A la concertino Alexa Farré sí se le hubiera pedido, en sus solos, un matiz más agreste y malvado, menos afinado. La Pavana de la Bella durmiente del bosque y El jardín encantado, dos de los números del ballet Mi madre la oca (1910) de Maurice Ravel fueron un prodigio de confección, de hilado. Muy grande Soustrot diseccionando esta música y dando su lugar a cada familia de la ROSS, atento a los acentos y sin amanerar una expresividad que decantó de un modo absolutamente raveliano.
Menos interesante el resto, ya La bella muchacha de Perth, de Georges Bizet, siquiera para demostrar que el compositor hizo otras cosas, y una selección de dos números de Las bodas de la Torre Eiffel (1921) de Francis Poulenc, música de febril intrascendencia anticlimática que en modo alguno debió ofrecerse tras el misterio sobresaliente de Ravel. Finalmente, feliz coincidencia en este programa de la nueva integrante de la ROSS, la timbalera Laura Melero.
Ismael G. Cabral
(foto: Marina Casanova)