SEVILLA / Más vale Lazkano en mano que Cendo volando
Sevilla. Patio del Cicus de la Universidad de Sevilla. 21-IX-2020. XI Festival de Música Contemporánea Zahir Ensemble. Zahir Ensemble. Director: Juan García Rodríguez. Obras de Helena Tulve, Eneko Vadillo y Ramón Lazkano.
Si programar en las circunstancias actuales ya resulta harto complejo, poner en pie un ciclo de música contemporánea (por modesto que este sea) resulta absolutamente heroico. Que la Universidad de Sevilla sea la institución que lo acune es lógico, por más que en el conglomerado de su programación cultural suponga un esfuerzo pequeño si lo comparamos con otros que realiza en favor, por ejemplo, de las siempre más beneficiadas artes plásticas.
Pero, ojo, no debemos permitir que el coronavirus se convierta también en patente de corso para arrumbar propuestas que precisan de mano tendida a pesar de que luego, su lucimiento social, sea más (teóricamente) endeble. Lanzar este XI Festival de Música Contemporánea Zahir Ensemble sin que todas las piezas estén encajadas no es serio, y ello no es achacable en modo alguno al responsable del grupo, el director Juan García Rodríguez.
Como tampoco lo es que del programa original se descabalgara por un desencuentro lógístico, en el último momento, la obra más importante del mismo, Graphein, (por efectivos, duración y quizás también por la pujanza de su creador), página de Raphaël Cendo, recientemente galardonado con el León de Plata en la Bienal de Venecia.
De Helena Tulve (1972) se ofreció Traces que, contra lo que presagia su título, parece circunscribirse a una única corriente sónica, un caudal con herencia espectral que funciona justamente por su inacción y que, en su brevedad, configura un atractivo hilo del que seguir tirando para conocer la obra de la compositora estonia. Del malagueño Eneko Vadillo (1973) Zahir Ensemble ha grabado muy recientemente un disco y no era la primera vez que ponían su música en los atriles. Si Antibes, para flauta sola, y resuelta con ejemplar musicalidad por Alfonso Rubio, resultó una convencional partitura llena de arabescos, puntuales multifónicos y herencia francesa; de mayor calibre resultó la audición de Transparencias. Con su juego de tensiones configuradas mediante dúos cruzados entre los cuatro instrumentos en liza, la obra es fiel a un cierto dramatismo abstracto muy característico de cierta música española contemporánea.
El breve programa (para el que se agotaron las entradas) acabó con Erlantz, de Ramón Lazkano (1968), ejecución que constituyó el momento de más quilates del concierto por cuanto que, además, la obra encargada y estrenada por Musikfabrik y Peter Rundel, y de aún escaso rodaje moviliza un orgánico inusual de flauta baja, clarinete bajo y contrabajo, fagot y fagot contrabajo, trombón, trompa, piano, violonchelo y contrabajo. Esta Llamarada (de su traducción del euskera) resulta una obra muy carácterística de la estética del músico vasco, con su preferencia por exploraciones en las zonas graves de los instrumentos, temblorosos pasajes rítmicos y un uso de técnicas extendidas (…con los arcos frotando los metales del trombón y la trompa) al servicio de un siempre agreste paisaje sonoro. Los músicos de Zahir, a días de viajar al valenciano Festival Ensems, bajo la dirección de García Rodríguez, demostraron la entrega y competencia que a estas alturas les es reconocida.
Ismael G. Cabral