SEVILLA / Mariarosaria D’Aprile: la serena poesía del violín de Brahms
Sevilla. EspacioTurina. 8-V-2021. Mariarosaria D’Aprile, violín. Tommaso Cogato, piano. Obras de Johannes Brahms.
Afincados en Sevilla desde hace años, Mariarosaria D’Aprile y Tommaso Cogato constituyen uno de los activos musicales más dinámicos y de mayores niveles de calidad de Sevilla. En el curso pasado abordaron la integral de las sonatas para violín y piano de Beethoven y ahora se han presentado con las tres sonatas para la misma combinación de Brahms, más el Scherzo de la Sonata FAE como propina. Obras todas ellas llenas del Brahms más lírico, más efusivo, más arrebatado (sobre todo en la primera sonata), más íntimamente abierto a las confesiones de sus sentimientos más anclados. Pero ello no supone, como a veces se puede oír por ahí, que los intérpretes se dejen llevar por la efusividad expresiva a base de portamentos, vibratos y rubatos desatados, porque esa vía sólo conduce a un Brahms falso, exagerado, amanerado y un punto cursi en cuanto la mano del violinista se deja ir. Todo lo contrario de lo que hicieron estos dos intérpretes, que entendieron la sentimentalidad brahmsiana desde el control del sonido y de los acentos, buscando esa expresividad profunda pero comedida, tan respetuosa aún de las formas y del comedimiento social que caracterizó al compositor de Hamburgo.
D’Aprile jugó toda la sesión con los colores de su instrumento, aligerando aquí el sonido, densificándolo allá en los ataques decididos pero no desatados a las dobles y triples cuerdas, instalada siempre en una tonalidades aterciopeladas, de ribetes dorados, profundas y llenas de poesía, como en el ataque sobre la cuerda de Sol en el Allegretto grazioso de la segunda sonata. El sonido tuvo siempre la vibración justa, la articulación clara y el fraseo cuajado de acentos y de inflexiones dinámicas. Cogato, por su parte, hizo del pedal su aliado en los juegos de colores del piano, consiguiendo momentos tan brillantes como los juegos de síncopas en el Allegro amabile de la segunda sonata. Su mano izquierda supo hacer aflorar la tensión subyacente del inicio del Allegro de la tercera sonata, por debajo del aparentemente amable discurso de la mano derecha, adelantando así la intensidad del desarrollo posterior. Brahms adjudica al piano a menudo la enunciación de los segundos temas, ocasión aprovechada por Cogato para desplegar su línea cantabile, elegante y conmovedora precisamente por su control del fraseo.
Andrés Moreno Mengíbar
(Fotografía: Carolina Cuadrado)