SEVILLA / Maese Carretero y maese Falla expusieron sus ‘Retablos’
Sevilla. 24-III-2023. Espacio Turina. XL Festival de Música Antigua de Sevilla (FeMÀS). Andrés Merino, barítono. Juan Ramos, tenor. Guillermo Pérez Sosa, niño cantor. Diego Ares, clave. Orquesta Bética de Cámara. Michael Thomas, director. Obras de Debussy, Carretero y Falla.
Sorteando el escollo de la palabra ‘antigua’, el FeMÀS se agarró el pasado viernes a la idea de músicas históricas para proponer la escucha de El retablo de maese Pedro, de Manuel de Falla, cuando se cumplían exactos 100 años de su casi estreno (en puridad, el oficial había sido en París) en el Teatro San Fernando de Sevilla. Para profundizar en la contextualización de este concierto se contó un gran clave Pleyel, similar al que Wanda Landowska tuvo a su disposición en 1923 en el estreno escénico, y se reprodujo la disposición instrumental del conjunto en dos mitades que ideó el propio Falla y que rara vez se toma en consideración.
Michael Thomas realizó una versión muy atenta, sobre todo, a la teatralidad de la partitura, pese a tratarse de una versión en concierto. Esto lo hizo guiando con enorme brío y atención a las dinámicas a los músicos de la Orquesta Bética de Cámara, beneficiados en el sonido precisamente por la ocurrencia del compositor de unir a un lado cuerdas, arpa y clave y a otro viento y percusión. Conscientes de la importancia de llevar a buen puerto una obra tan significativa como esta para la Bética de Cámara, los músicos de la misma supieron dar el punto exacto entre el neoclasicismo de algunos pasajes y el carácter pastoril, de inspiración renacentista y barroca, que tan bien conforma la mixtura idiomática del Retablo. Andrés Merino y Juan Ramos cantaron con gusto, sin tiranteces y con una clara dicción que no impidió que, en ocasiones, fueran tapados por la orquesta, algo que fácilmente se habría resuelto de contarse con subtítulos. Especialmente necesarios estos para entender las políticamente incorrectas aportaciones de Trujamán, aquí un niño cantor de la cantera de la Escolanía de Los Palacios, Guillermo Pérez Sosa, quien realizó su cometido con sorprendente seguridad y buen y sanildenfonsino canto.
Tras un inicio algo titubeante del Preludio a la siesta de un fauno, de Debussy, en el arreglo que Falla hiciera para esta centenaria orquesta, Thomas y sus músicos enmendaron el rumbo con buen empaste aunque esta música corra mejor en los atriles de una orquesta sinfónica. El retablo de las maravillas (2023) llegaba en forma de estreno absoluto de Alberto Carretero (1985) quien realizó una obra osada por extravagante e incluso de raro encaje en el muy sólido catálogo del compositor sevillano. Escrita para la misma plantilla instrumental que El retablo de maese Pedro, pero sin sumar las voces, acompaña a modo de vitriólica banda sonora el relato cervantino que le da título, una versión española y anterior del cuento El traje nuevo del emperador, de Andersen. Aunque la idea original es cotejar la ejecución con la proyección de un cómic, aquí solo se contó con el largo texto cuyo seguimiento despistaba por completo de una música que adoptaba la forma de slapstick desinhibido (con inclusión de una descacharrante zarabanda) sin que, por ello, se resintiera el lenguaje de Carretero, muy afín a las creación de múltiples capas y al despliegue de técnicas extendidas. Todo ello fue traducido con empeño y decidido esfuerzo por los desacostumbrados músicos de la Bética de Cámara, una formación que en su temporada sevillana demuestra, hasta la fecha, no tener ningún hilo con la creación actual. El retablo de Carretero es, así, una obra extensa y que debe crecer instrumentalmente en futuras ejecuciones en las que ver cómo se ahorma a una posible presentación con imágenes que den un mayor sentido al proyecto.
Ismael G. Cabral