SEVILLA / El viaje de Rysanov por el Maestranza
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 9-V-2019. Maxim Rysanov, viola. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director: Rossen Milanov, director. Obras de Buide del Real, Berlioz y Chaikovski.
Continúa la Sinfónica de Sevilla -siguiendo la triste tónica de buena parte de las orquestas españolas- sin cumplir con la música de su tiempo, la misma que da sentido al sostenimiento y la presencia de una institución que no solo debería servir para interpretar música museística. En este 12º concierto de abono se ponía, por circunstancias, en los atriles la partitura Fragmentos del Satiricón, de Fernando Buide del Real, Premio de Composición AEOS-BBVA 2013.
La música contemporánea gallega tiene en el desaparecido Enrique X. Macías y en el muy activo Jorge Berdullas a dos de sus mejores representantes. Buide del Real (Santiago de Compostela, 1980) se desenvuelve en la obra presentada como un músico con oficio. Estos Fragmentos constituyen una página de diáfana escritura orquestal que se escucha con interés si bien difícilmente evoca la retorcida lírica de Petronio. Cuesta pensar que sea esta una música nueva, con sus arrebatados y románticos solos para el concertino y el primer chelo, con sus tics percusivos y con su empecinamiento en pasar de puntillas. El director invitado, Rossen Milanov, se la creyó. Y la sirvió con el buen hacer de los músicos de la ROSS. Y ya.
También resulta difícil de creer que una obra formidable como Harold en Italia fuera interpretada por primera vez por la Sinfónica en este concierto. Pero bien merecida estuvo la espera tras la audición que el solista Maxim Rysanov ofreció. Comenzó altivo y combativo con la ROSS en un primer movimiento dicho por todas las partes con enorme brío y gran efervescencia romántica. Pero luego, en la Marcha de peregrinos, el violista se paseó por esta arrebatadoramente melódica página diciéndola como si fuera casi una canción de cuna, como detenida en el tiempo, creando así un momento estremecedor, uno de los instantes musicales más sobresalientes de esta temporada. En el prolijo último movimiento Milanov llevó a la Sinfónica al paroxismo con una tempestuosa versión llena de contrastes que culminaría con la salida del solista del escenario y su posterior aparición en las alturas, en los momentos conclusivos, en la zona de Balcón del Teatro de la Maestranza, sustanciando así esa idea programática de viaje que esboza la música de Berlioz.
El carácter a medio camino entre el concierto y la sinfonía encontró luego correlato en la Sinfonía Manfredo, de Chaikovski. Todo el primer movimiento (Lento lugubre) fue un prodigio de construcción formal, de arquitectura efímera, merced a una batuta notabilísima que impregnó la música de un halo oscuro, sin perder epicidad, pero añadiendo más misterio que aventura. La Sinfónica pareció encontrarse muy cómoda con la dirección de Milanov, respondiendo a su batuta con una contundente energía.
(fotos: Guillermo Mendo)