SEVILLA / Doble reparto para una Norma ‘decimonónica’
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 12y17-XI-23. Yolanda Auyanet/Berna Perles*, Francesco Demuro/Joseph Dahdah*, Raffaella Lupinacci/Andrea Niño*, Ruben Amoretti/Luis López Navarro*, Mireia Pintó, Néstor Galván. Coro del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y Banda Interna Conservatorio Superior de Música Manuel Castillo. Dirección musical: Yves Abel/Pedro Bartolomé*. Dirección de escena: Nicola Berloffa. Coproducción del Reatro Regio de Parma, Teatro Municipale de Piacenza y Teatro Comunale de Módena. Bellini: Norma.
No era nada fácil confeccionar dos repartos vocales que dejasen tan grata memoria de una Norma como ha sido el caso, a pesar de la pretenciosa y arbitraria transposición temporal del mundo de los druidas y romanos a una Italia del Risorgimento ocupada por el ejército austriaco. Nada de bosques, ni de brillante luna, ni de hoguera purificadora. Nada de símbolos tan consustanciales con la tragedia lírica que escribió el libretista y a la que puso su conmovedora música el compositor de Catania. El regista, Andrea Berloffa, se ha inventado su propia Norma, creando una innecesaria confusión entre lo que cantaban los personajes y lo que se veía sobre las tablas. Esperemos que de una vez por todas acabe esta tiranía de los directores escénicos, y que la escena se renueve con imaginación fidedigna y no con farragosos caprichos. Que el vestuario de Valeria Donata, muy en la línea de El Gatopardo de Visconti, fuera hermoso no justifica el cambio, ya que resultaba muy difícil creer que esas elegantes damas fuesen austeras sacerdotisas, y para qué seguir.
El buen recuerdo de esta Norma lo han dejado las voces. En las del primer reparto, que actuó en tres de las cuatro funciones, la gran sorpresa fue la Adalgisa de Raffaella Lupinacci, una mezzo con un amplísimo registro, que alcanzaba sus agudos o sus graves con una facilidad pasmosa, y toda su línea de canto era de una dulzura aterciopelada. Yolanda Auyanet, que había cantado los dos títulos anteriores, Roberto Devereux y Tosca, era, pues, bien conocida por el público y mucho se esperaba de ella, aunque el director del teatro anunció antes de la función que la cantante no se encontraba del todo repuesta de su catarro, pero que no renunciaba a cantar. No se notó para nada esa posible infección y ofreció una Norma de gran solvencia y poderío, muy segura, y con brillantísimos agudos. Pero donde más sobresalió fue en los dúos con Adalgisa, de una intimidad desgarradora en ambas intérpretes. También ambas formaron un conjunto excepcional con el Pollione de Francesco Demuro, de voz limpia y potente.
Tras la estupenda actuación de ese trío de cantantes, había cierto temor ante el segundo reparto, pero también mucha curiosidad en cómo pudiera abordar su Norma la malagueña Berna Perles, ganadora en 2016 del Concurso de voces, organizado por los Amigos de la Ópera de Sevilla. Y fue la otra gran sorpresa. Su Casta diva fue más aclamada que la de Yolanda Auyanet. Sus dúos con la Adalgisa de Andrea Niño estuvieron a un gran nivel, por más que algunos agudos de la mezzo bogotana resultaran algo forzados en comparación con la naturalidad de la italiana. No estuvo a la altura deseada el tenor libanés Joseph Dahdah. Su voz resultó, sobre todo al comienzo, un tanto apagada y en cierto modo ahogada por la orquesta.
Con respecto al Oroveso en el primer reparto del veterano Rubén Amoretti, un tanto tremolante, sorprendió la clara robustez del joven malagueño Luis López Navarro, de muy prometedor futuro. Y tanto Mireia Pintó como Néstor Galván, que cantaron en ambos repartos, encarnaron muy bien sus respectivos papeles de Clotilde y Flavio. El coro, tan importante en esta obra, tuvo una actuación verdaderamente memorable. Su director, Íñigo Sampil, se ve cada vez más compenetrado con su formación.
En cuanto a la dirección musical, fue sin duda superior la del maestro canadiense Yves Abel frente a la del joven burgalés Pedro Bartolomé. Abel supo controlar los tempi y en los acompañamientos dio una verdadera lección de delicadeza, como exige la melancólica música del catanés. Pedro Bartolomé estuvo brillante en la sinfonia, pero en más de una ocasión el foso sonó demasiado. Es muy joven y con toda seguridad irá controlando las dinámicas en sus futuras actuaciones.
No hubo hoguera final, como dijimos, y Norma muere linchada por las mujeres y Pollione muerto por una fea estocada de Oroveso. Se pierde así el sentido purificador del fuego en el que comienza un amor superior entre una autosacrificada Norma y un arrepentido y enamorado Pollione. Una pena que ensombrece el grato recuerdo musical de esta tercera Norma maestrante.
Jacobo Cortines