SEVILLA / Boccherini, según Rafael Ruibérriz y el Cuarteto Goya
Sevilla. Espacio Turina. 24-IV-2021. Rafael Ruibérriz, flauta travesera. Cuarteto Francisco de Goya (Pablo Gutiérrez, violín; Irene Benito, violín; Marta Mayoral, viola; Alejandro Marías, violonchelo). Obras de Boccherini.
Rafael Ruibérriz es un músico con gusto, selecto en lo que emprende, acaso porque no se prodiga demasiado, como de espaciadas son sus comparecencias junto a la Orquesta Barroca de Sevilla. A él se le debe uno de los mejores y más personales discos publicados alrededor de todo ese universo que configura la música de la Semana Santa: A medianoche. Música en las cofradías de Sevilla en el entorno de Joaquín Turina. Hace unas semanas el sello Brilliant ponía en circulación un triple álbum en el que, junto al Cuarteto Francisco de Goya, ha compilado la integral de los Quintetos con flauta de Luigi Boccherini (1743-1805), entre ellos algunos inéditos.
Este concierto suponía la presentación oficial del disco, un botón de muestra en el que atendimos seis de estas piezas de las tres colecciones (un total de 18 obras) que nos legó el compositor italiano. En los Quintetos números 1 y 3 del Op.17 -escritos para el infante Luis Antonio de Borbón, sexto hijo de Felipe V- hay una música ligera, pero apenas frívola, con más espacio para la nostalgia y hasta para una implícita tristeza en los tiempos lentos. La flauta se inserta de manera casi concertante en el contexto instrumental. En los números 4 y 6 del Op. 19 Boccherini demuestra que pese a que todas estas obras formaban parte de su oficio diario como compositor de la aristocracia las abordaba con interés más allá de un empacado que, si no escuchamos con atención, puedes parecer casi siempre el mismo.
En ese sentido el Quinteto 6 del Op.19, subtitulado en la mejor tradición de su coetáneo Haydn, Las parejas, resalta en toda la grabación -desde luego también lo hizo en el concierto- como una suerte de pieza programática y/o paisajística al respecto de una peripecia hípica de la que disfrutaban aquellos burgueses. Con su aire marcial y sus invocaciones al juego, Ruibérriz y el Goya mostraron su plena sintonía y adherencia a unos pentagramas que deberían poder seguir defendiendo en otros ciclos. Acostumbrados a programas que escarban aquí y allá, a modo de muestrario, se agradecen apuestas monográficas como esta que permiten una apreciación mayor de la obra de un compositor.
El Cuarteto Goya es una de las pocas formaciones de estas características que abordan la interpretación de este repertorio con instrumentos históricos en España, y su recorrido (aproximadamente desde 2013), creemos que no ha ido del todo parejo con la proyección que hoy en día merece un conjunto de voces equilibradas como este. Ya en los Quintetos 2 y 6 del Op.55 la sonoridad se vuelve más marcadamente Sturm und Drang, con una cuerda grave más densa y brindando mayor posibilidad a la flauta para el lucimiento en las figuraciones. También asoma aquí Boccherini su aprecio por el fandango, que apunta más que expone. Veleidad folclorista que cristaliza, en su catálogo, de forma icónica en la archiconocida Musica notturna delle strade di Madrid, Op. 30 número 6.
Siempre con ejemplar afinación, esmerada exposición de los afectos y buen empaste con el grupo, Ruibérriz y los músicos del Goya fueron capaces de servir cada partitura con atención única. Al final, la compañera (que no mascota, lo que implica un erróneo sentido de pertenencia) del flautista, Telma, una perra weimaraner, hizo una simpática aparición en el escenario. Ella ha quedado retratada en la portada del disco.
Ismael G. Cabral