Sergei Babayan: Rachmaninov como nunca antes

Hace unos días aparecía en estas páginas la crítica de Norman Lebrecht al disco dedicado a obras de Rachmaninov interpretadas por el pianista armenio Sergei Babayan, un músico cuya reputación se basaba en ese estado tan inestable que consiste en ser protegido de Martha Argerich. Antes de este milagroso Rachmaninov, Babayan nos había dado un precioso recital con sonatas de Scarlatti. Pero lo de este disco con obras del ruso son palabras ya muy mayores. Norman explicaba muy bien por qué le ha impresionado tanto este disco. Por mi parte, no podía resistirme a compartir tal sorpresa. Lo he hecho en privado con algún amigo cercano y lo hago ahora con mis improbables lectores.
Déjenme decirles que todo empieza en la elección de las piezas —primera muestra de inteligencia del intérprete— en las que el virtuosismo queda eclipsado por el concepto, por esa idea denostada porque, al parecer, utilizaba medios tan convencionales como el de un romanticismo en extinción —y no era el único, desde luego. En el Rachmaninov de Babayan hay un sorprendente punto impresionista, así en la Canción op. 21 nº 9, un deslizamiento tan querido como lógicamente articulado hacia la disolución de la tonalidad, una asunción tan libre del cromatismo como vehículo para las emociones crecientes dentro del relato como se diría que jamás se había escuchado antes.
Ninguna de las músicas de este disco está escrita para una exhibición de poderío en el teclado, a la manera de las por momentos tan ingratas Variaciones sobre un tema de Chopin, sino para ejemplificar, a través del arte de los sonidos, la nostalgia infinita del exiliado de su país y hasta de un tiempo que era tan suyo como de los que escribían de otra manera, del perpetuamente criticado por ser fiel a su estilo. Babayan lo traduce con inteligencia y gusto, con la medida perfecta en el control de las emociones, con una poesía a la vez cercana y altísima. Hay amor, mucho amor por esta música. Ya ven que no se trataba de criticar al crítico sino de darle la enhorabuena por su buen olfato y las gracias por habernos puesto a ustedes y a mí en la pista de un disco estratosférico. Del por qué ha tardado ocho años en llegarnos desde que se grabó creo que NL nos dirá algo pronto.
Luis Suñén