Se busca
Algunos correos electrónicos se lanzan como mensajes en una botella, sin sospechar que acabarán llegando a su destinatario. Cuando, hace unos meses, traté de ponerme en contacto con Gavin Bryars para hablar de Jesus’ Blood Never Failed Me Yet ni siquiera podía garantizarle páginas para una entrevista. Tampoco tenía sentido publicar la enésima crítica de una obra que se había estrenado hacía más de cincuenta años. Sólo quería intercambiar algunas impresiones, así se lo expresé, y alguien al otro lado me respondió con una fecha, una hora y un número de teléfono.
En 1971 el compositor inglés se hizo con una caja de cintas magnéticas que habían sido descartadas para un documental sobre los mendigos de Elephant and Castle, uno de los barrios más deprimidos de Londres. Allí escuchó la voz de un hombre que cantaba una plegaria cristiana perfectamente afinada: «La sangre de Jesús nunca me ha fallado», entonaba el vagabundo sin el menor síntoma de embriaguez. «Sólo sé que Él me ama de verdad». A la estrofa, repetida en bucle, Bryars le añadió un acompañamiento orquestal de 25 minutos que grabó para el sello Obscure de Brian Eno.
Tras el estreno de este «himno de los desamparados» en el Queen Elizabeth Hall se peinaron las calles de Londres en busca del misterioso solista. «Fue como si se lo hubiera tragado la tierra», me cuenta Bryars. «Y puesto que nadie logró una sola pista sobre su identidad, dimos por hecho que habría muerto». Más tarde, otros artistas (como el músico Tom Waits, la coreógrafa Maguy Marin o el fotógrafo Francis Meslet, autor de la imagen que acompaña estas líneas) realizaron sus propias pesquisas y reinterpretaciones de la obra original. Tampoco ellos consiguieron un nombre.
Hace cuatro años, la Tate Modern organizó una versión de 12 horas de Jesus’ Blood con Bryars al frente de la orquesta de la Academy of St Martin in the Fields y dos grupos, uno vocal y otro instrumental, de personas sin hogar. «Nunca he contado lo que pasó aquella noche», se sincera el compositor y contrabajista. «En uno de los descansos, me llamó mi hija desde Alemania para informarme de que su marido acababa de morir de un ataque al corazón». Bryars no quiso que se interrumpiera el concierto. Y siguió dirigiendo. «En momentos de desesperación, la música debe seguir sonando».
Benjamín G. Rosado