Santu-Matias Rouvali firma el mejor Sibelius en disco
SIBELIUS:
Sinfonías nos. 3 & 5; La hija de Pohjola / Orquesta Sinfónica de Gotemburgo. Dir.: Santu-Matias Rouvali / ALPHA
Antes de la gran inundación mahleriana de los años ochenta, se presuponía que todo director de orquesta con aspiraciones debía conocer de memoria las siete sinfonías de Sibelius e interpretarlas a demanda. Leonard Bernstein se jactaba de habérselas enseñado a la Filarmónica de Viena, aunque lo cierto es que su compatriota Lorin Maazel había llegado primero, grabándolas una década antes. Por su parte, Karajan incorporó el ciclo sinfónico de Sibelius en el el repertorio de la Filarmónica de Berlín, mientras que Filadelfia y Boston lo interpretaban continuamente. Algunos llamábamos al Royal Festival Hall de Londres ‘Finlandia-on-Thames’. El tren que unía Finlandia con Rusia se llamaba “el Sibelius”.
Sin embargo, años después la oleada retrocedió. Una saga de directores de orquesta finlandeses encabezados por Esa-Pekka Salonen y Osmo Vänskä reivindicó los derechos vernáculos de Sibelius y el resto del mundo les dejó, más o menos, en paz. Las dos primeras décadas del siglo XXI asistieron a un notable descenso en la atención internacional hacia Sibelius.
En los últimos años, sin embargo, se ha producido una nueva ráfaga de vapor en la sauna. Klaus Mäkelä ha grabado el año pasado un ciclo sinfónico para Decca con la Filarmónica de Oslo, y su compatriota Santu-Matias Rouvali está haciendo lo propio con la Sinfónica de Gotemburgo para el sello francés Alpha. Mäkelä ha sido nombrado próximo titular de la Concertgebouw de Amsterdam, mientras que a Rouvali lo pretenden, entre otras plazas, Nueva York y Chicago. Apostaría mi hipoteca a que Sibelius tendrá su propio fondo de inversión en la próxima década.
El ciclo de Mäkelä me gustó mucho en el momento de su publicación, aunque albergué algunas reservas en lo referente a ciertas relaciones de tempo, que yo sentía un tanto forzadas y artificiales. Rouvali, a tenor de lo visto y escuchado, es el director al que hay que seguir. Su lectura de la Tercera sinfonía surge de algún lugar profundo de la tundra subártica, hinchándose y hundiéndose con la Aurora Boreal. Su orquesta, la mejor de Suecia, siente esta partitura en sus propios huesos. No recuerdo una versión más convincente de la Tercera en disco desde los rayados acetatos de 78 r.p.m.
Con la Quinta entramos en un territorio mucho más conocido. El enfoque orgánico de Rouvali se preocupa por reflejar los ritmos de la naturaleza, no los caprichos del maestro, y hace que la orquesta en su conjunto sea un ubérrimo muestrario de colores, y no un escaparate para la venta de trompas. Se trata de un enfoque absolutamente holístico.
El último corte de esta edición es una lectura de la tímida y esquiva -aunque irresistiblemente atractiva- Hija de Pohjola. Los suecos se sienten tan dueños de Sibelius como los finlandeses. En el caso de la Sinfónica de Gotemburgo, nadie podría llevarles la contraria.
Norman Lebrecht