SAN SEBASTIÁN / Le Concert de l’Hostel Dieu rinde tributo a las compositoras del barroco
San Sebastián. Claustro del Museo de San Telmo. 26-VIII-2024. Quincena Musical. Ciclo de Música Antigua. Le Concert de l’Hostel Dieu. Barroco femenino. De Italia a Francia, el florecer del genio femenino. Obras de Barbara Strozzi, Isabella Leonarda, Mademoiselle Duval, Jacquet de La Guerre et al.
En uno de los capítulos del delicioso y sustancioso libro de José María Herrera Los archivos de Alvise Contarini, su protagonista, último miembro de una de las más prestigiosas familias patricias de Venecia –con varios dogos en su haber– y gran conocedor de la música del periodo barroco, para decepción de la periodista que lo entrevista afirma que a lo largo de la historia lo normal ha sido el olvido y que si no conocemos más nombres de compositoras es porque han sufrido la misma suerte que sus colegas masculinos: la mayor parte han sido olvidados. Ciertamente, el tiempo va llevando a cabo un proceso de decantación y hasta hace pocas décadas la mayor parte de los compositores anteriores al siglo XIX nos eran desconocidos. A medida que se avanza en el conocimiento de la música de esa época, se van recuperando figuras que fueron muy destacables en su tiempo y en este proceso se van rescatando a la vez los nombres de compositoras que fueron también relevantes.
En el Antiguo Régimen, el acceso de las mujeres a la música –como a tantas esferas de la vida pública– estaba muy restringido. Si nos centramos en la composición, solamente aquellas jóvenes que habían nacido en el seno de una familia de músicos o las que pertenecían a una familia noble tenían alguna posibilidad de poderse dedicar a ella, si bien en el caso de la aristocracia se entendía que debía ser de manera diletante, tal y como ocurría con los varones, y si no piensen en Benedetto Marcello. En Venecia, el hecho de que una mujer que no fuera noble supiera cantar y tocar algún instrumento tenía connotaciones diferentes pues se vinculaba con las aptitudes que reunían las cortesanas, y por ello hay quienes afirman que Barbara Strozzi, la compositora veneciana más célebre del siglo XVII, ejercía ese oficio aunque no hay ninguna certeza de ello.
En el concierto que nos ocupa, cuyo programa estaba completamente consagrado a compositoras italianas del siglo XVII y francesas del siglo XVIII, casi todas ellas se pueden clasificar en alguna de las dos categorías citadas. Así, Julie Pinel era miembro de una familia de compositores de la corte francesa. Misma situación que Élisabeth Jacquet de la Guerre, cuyos progenitores pertenecían a sendas estirpes de músicos (no es de extrañar que ella misma se casara con un organista). Françoise-Charlotte de Saint-Nectaire e Isabella Leonarda eran de familia noble. Los casos de Antonia Bembo y Mademoiselle Duval son algo más complejos. La primera era hija de un médico pero su marido pertenecía a una familia noble veneciana (venida a menos). Mademoiselle Duval era hija de una bailarina y del arzobispo Cornelio Bentivoglio, lo que determinó su futuro siguiendo los pasos de su madre –además era clavecinista y compositora– y beneficiándose de las influencias de Bentivoglio.
En cualquier caso, muchas de estas compositoras tuvieron vidas apasionantes, teniendo que hacer frente a múltiples dificultades, como Antonia Bembo, quien se separó de su marido rumbo a Francia, donde encontró la protección del mismísimo Luis XIV. De algunas apenas sabemos nada como Julie Pinel o Mademoiselle Duval, de quien desconocemos hasta su nombre de pila. Curiosamente, una de las que disfrutó de más libertad para componer fue Isabella Leonarda, ordenada monja a los 19 años, quien encontró tiempo suficiente entre sus obligaciones conventuales para componer más de 200 obras.
Le Concert de l’Hostel Dieu es un veterano conjunto fundado en Lyon hace más de treinta años por Franck-Emmanuel Comte, quien lo sigue dirigiendo desde el clave en la actualidad, y que mantiene una ferviente actividad: sin ir más lejos, el día anterior pusieron música en esta Quincena a un ballet que aunaba la música barroca con el hip-hop (ignoro los resultados de esta disparatada amalgama). Nunca ha figurado entre los grupos franceses de primera fila y el concierto que nos ocupa explica por qué. Realizaron un trabajo honesto y confeccionaron un programa muy atractivo, más allá de que estuviera formado íntegramente por compositoras ya que todas las obras merecían su sitio en el concierto por su calidad. Sin embargo, la interpretación, en líneas generales, no pasó de la corrección salvo algunos destellos.
Lo mejor fue sin duda la prestación de la soprano canadiense Heather Newhouse, quien dio vida a las ninfas, pastorcillas, heroínas, amantes despechadas y demás mujeres que desfilaron por el programa con solvencia técnica y buen gusto. Se le notó más cómoda en el repertorio francés, con notables interpretaciones de la bucólica “Deja la riante verdure” de la cantata Le Printemps de Julie Pinel o “Accoures jeux charmants” de la opera-ballet Les genies de Mademoiselle Duval, la segunda obra de una mujer en ser estrenada en la Académie Royale de Musique. La primera fue la tragedia lírica Cephale et Procris de Jacquet de la Guerre, de la que se ofreció la patética aria “Funeste mort”. El mejor momento del concierto fue el final de la extraordinaria cantata Semele de Jacquet de la Guerre, donde la soprano transmitió todo el dramatismo del trágico final de la princesa que insiste en que su amante Júpiter se presente en su verdadera naturaleza provocando la catástrofe. Hubiéramos preferido, eso sí, la sonoridad de una viola da gamba en lugar de un violonchelo, para esta obra y el resto.
Con la música italiana la interpretación fue menos convincente en general. A la cantante se le notó menos cómoda con la dicción y, aunque ella siguió mostrando las virtudes citadas, las lecturas que ofreció Le Concert de l’Hostel Dieu adolecieron de falta de adecuación estilística y de dramatismo. Faltó la ornamentación y todo aquello que no está escrito en las partituras barrocas pero que debe estar presente en la interpretación. La contención que le sienta tan bien a la música francesa es menos procedente en la italiana, que requiere más intención en la plasmación de los afectos. Así, las cantatas y lamentos de Barbara Strozzi y Antonia Bembo sonaron hermosos pero no nos conmovieron.
El violín bienintencionado pero algo destemplado de Reinier Guerrero nos impidió disfrutar en su plenitud de la maravillosa sonata duodécima de la colección publicada en 1683 como op.16 de Isabella Leonarda. Parece insólito que esta música tan vigorosa y sorprendente haya nacido de la pluma de una madre superiora que entonces contaba con más de sesenta años. El resto de piezas instrumentales evidenciaron su origen orquestal y faltó empaque y colorido instrumental.
Eso sí, la propina fue inmejorable: “Sans Frayeur dans ce bois”, de Marc-Antoine Charpentier, una preciosa aria sobre bajo de chacona que los intérpretes, más desmelenados, interpretaron con una soltura y una gracia que no les habíamos visto durante el resto del concierto.
Imanol Temprano Lecuona