SAN SEBASTIÁN / ‘La Fille du régiment’: una bocanada de aire fresco

San Sebastián. Auditorio Kursaal. 12-VIII-2022. Donizetti: La Fille du régiment. Elena Sancho-Pereg, Xabier Anduaga, Damián del Castillo, Anna Alàs y Jové, Juan Laborería, Darío Maya, Luken Munguira, Gerardo Quintana. Orquesta Sinfónica de Euskadi. Coro Easo. Director musical: Lucas Macías. Director de escena: Guillermo Anaya.
Grande era la expectación del público que se congregaba para la primera de las dos representaciones de La Fille du régiment de Donizetti que tendrán lugar en esta edición de la Quincena Musical. Se trataba de la vuelta de la ópera al Auditorio Kursaal tras obligada ausencia durante dos veranos por razones que no es necesario explicar y, además, con dos protagonistas donostiarras de proyección internacional: la soprano Elena Sancho-Pereg y el tenor Xabier Anduaga. Si la precedente edición se puede decir que fue la de los intérpretes instrumentales senior (Sokolov, Uchida, Leonskaja, Mutter, Orkiss) que demostraron estar en plena forma, la presente podría calificarse como la de los cantantes donostiarras. Y es una gran alegría. En un momento en el que parece que la tradición coral se había difuminado, en que no se lleva lo de cantar entre el sector juvenil y en el que ya ninguna comida termina con un ochote, como hace no tanto sucedía (o es que me estoy haciendo más vieja de lo que me creo, que también puede ser), ver que jóvenes de la tierra como los dos citados, como la mezzosoprano Carmen Artaza o como Urbieta-Vega, Nogales y Gorrotxategi —si un bilbaíno nos permite asimilarlo por un rato— de La tabernera del puerto el pasado día 7, están teniendo una carrera muy importante dentro y fuera de nuestras fronteras con sobrados motivos y vuelven al terruño para hacernos disfrutar, no puede sino alegrarnos mucho.
La Fille du régiment, rebautizada por el informativo regional de RTVE como La hija del Régimen, suponemos que en estricto cumplimiento del reciente decreto de Memoria Democrática, es una preciosa obra de Donizetti estrenada en 1840 en el Teatro de la Opéra-Comique de París y cuenta con todos los ingredientes propios de ese mismo género en los años de mediados del XIX: fuegos artificiales para las voces, un argumento de enredo amable y divertido, muchos diálogos hablados y una duración relativamente breve. Unos años más tarde, gracias a autores como Gounod, Bizet y Massenet, estas convenciones irían desapareciendo una a una, comenzando por la temática cómica. El resultado fue que, a pesar de lograr gracias a estas innovaciones obras mucho más completas, cohesionadas e interesantes musicalmente, el género se iría disolviendo y derivando en otro tipo de obra lírica que de opéra-comique prácticamente ya sólo tenía el nombre. Pero no se puede olvidar que esta cuestión, que ya era casi únicamente de nomenclatura, suponía nada más y nada menos que la imposibilidad de ser representadas en el gran escenario de la Opéra de París (que a partir de 1875 tendría su sede en el famosísimo edificio de Garnier), donde sólo se representaban grands-opéras Por supuesto, hace mucho tiempo que estos esquemas quedaron sobrepasados y hoy en día nos resultan casi inverosímiles, pero en su momento estos cambios supusieron una importante convulsión en el mundo operístico francés. Y desde luego, en tiempos de Gaetano Donizetti, la separación de géneros era una realidad casi inmutable.
Para las representaciones en la Quincena, se ha decidido adaptar los diálogos hablados simplificando un tanto la trama (no pasa nada, es completamente delirante y aunque se elimine algún parentesco no nos vamos a enterar igual) y haciendo los diálogos en euskera y castellano. Es esta una solución perfectamente apta, aplaudible, y nos atreveríamos a decir que incluso muy acorde con el espíritu del género: se dirigen a un público que entiende el contexto y hacen bromas sobre lo que ellos viven cotidianamente o conocen muy bien así que… ¿qué mejor que utilizar las lenguas vernáculas, máxime cuando son las del elenco? Lo que convence menos es que la maravillosa Elena Sancho suelte unos tacos de lo más grueso en aras, suponemos, de actualizar lo inactualizable. Ni falta que hace.
Aun así, la propuesta resultó un acierto, como lo fue también la escenografía, muy sencilla y de carácter naíf, lo que potenció la sensación de estar viendo una especie de cuento de hadas en el que se consigue convencernos de que lo mejor que le puede haber pasado a una niña es que la abandone su madre y la adopte un regimiento entero de tiarrones. El poder del teatro, señores. Muy satisfactoria también la puesta en escena, que traslada ese marco de las guerras napoleónicas y ese espacio entre Francia y Alemania a una frontera de difícil ubicación, en torno a los Pirineos vascos pero donde encontramos apellidos de innegable sonoridad germánica. ¿Y qué más da, si en un cuento de hadas todo es posible? Hasta eso tuvo mucha gracia y potenció ese aspecto ya de por sí muy loco de la historia. Fantásticos los movimientos sobre la escena, tanto del coro, que se empleó a fondo, como de los cantantes, todos ellos fantásticos actores. Todo fluyó de una manera muy natural, sin estatismos ni tampoco excesos histriónicos.
En cuanto a los cantantes, hay decir que se contó con un elenco de auténtico lujo, empezando por los secundarios. Estuvieron divertidísimos el también donostiarra Juan Laborería como Hortensio y Anna Alàs y Jové como la desesperada Marquesa de Berkenfield y francamente bien en sus breves pero importantes intervenciones canoras. Damián del Castillo bordó a ese Sulpice tierno, caradura, fanfarrón y cobardica para las menudencias demostrando, una vez más, que es un grandísimo cantante y actor y que pocos se mueven sobre un escenario y lo llenan como él. No se puede encontrar mejor partenaire para los dúos, tercetos y conjuntos que este barítono sólido, versátil y con esa estupenda línea de canto. Y vamos con los grandes protagonistas.
Elena Sancho-Pereg, que actualmente forma parte del grupo de solistas de la Deutsche Oper am Rhein de Düsseldorf además de desarrollar una importante carrera solista por toda Europa, nos deleitó con una Marie absolutamente adorable, estupenda en lo vocal y con una indudable vis cómica que arrancó más de una sonora carcajada. Su voz no es grande pero sí muy bien proyectada, de timbre cristalino y muy homogéneo y cuenta con unos agudos muy bellos. Suyas fueron las intervenciones más emocionantes de la representación, concretamente a final del primer acto, en la famosa Il faut partir y en la cavatina del segundo acto Par le rang, donde reveló también su capacidad dramática y donde demostró que, además de las agilidades, domina los fraseos largos y sostenidos y consigue un espléndido legato con una afinación absolutamente perfecta. Impagable su gracia en ese segundo acto intentando dar gusto a su tía interpretando esa imitación de las canciones de concierto llenas de personajes mitológicos para señoritas bien que tantos compositores se veían obligados a escribir para subsistir y de las que hace parodia Donizetti con muchísimo humor.
En cuanto a Xabier Anduaga, es la tercera vez que tengo la suerte de escribir sobre él en lo que va de año y francamente, se me acaban los adjetivos elogiosos. Quizá empezaré diciendo que me alegro inmensamente de que su voz y su talento se estén apreciando aquí tanto como en el extranjero, porque no es algo ni frecuente ni fácil. Es asombroso encontrar una voz de esta juventud tan plena y redonda en ese registro y a la que, al mismo tiempo, se le vislumbra una evolución magnífica hacia otros repertorios si sigue el sabio camino que se ha ido trazando. En cuanto a su caudal vocal, sólo cabe decir que le faltaba auditorio que llenar, lo cual no obsta para que nos regalara alguna que otra messa di voce de esas que sólo él consigue, porque sorprendentemente, el timbre no se altera lo más mínimo. Se metió completamente en la piel de un Tonio inocentón, atolondrado y echado para adelante y literalmente, se comió el papel. Sólo decirles que bisó la cavatina completa Ah, mes amis para alborozo general y con la complicidad del Coro Easo, encantados ellos de colaborar en la hazaña. Se permitió el lujo de ligar algunos de los famosos ‘dos’, concretamente los que están escritos en Pour mon âme, que a ver quién es el guapo que puede. Vamos, un derroche de poderío vocal que nos dejó atónitos sobre todo por esa aparente facilidad que le valió un atronador doble aplauso. Por no hablar sólo de lo más espectacular, diremos que estuvo también fantástico en un registro más íntimo en la romanza Pour me rapporcher de Marie del segundo acto.
La batuta de Lucas Macías dirigió con brío y acierto a la Orquesta Sinfónica de Euskadi. que estuvo bien en la obertura, dibujando ese carácter claramente rossiniano del que es heredero Donizetti. Muy bien el solo de violonchelo del segundo acto con la solista. Si acaso hubiera sido deseable un poco más de cuidado hacia la voz de Marie en los conjuntos, así como frenar un poco los ímpetus de la sección masculina del Coro Easo también en las escenas generales. Por lo demás, hicieron un buen trabajo tanto escénico como vocal y lo mismo cabe decir de su sección femenina (con perdón), que en sus breves intervenciones dejó adivinar algunas hermosas voces.
En definitiva, fue un placer disfrutar de una velada de ópera absolutamente deliciosa en la que la evidente complicidad de todos los intérpretes sobre la escena y esa saladísima producción nos trajo una verdadera bocanada de aire fresco y de auténtica alegría que se tradujo en una interminable ovación absolutamente merecida.
Ana García Urcola
(Foto: Íñigo Ibáñez)
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