SAN SEBASTIÁN / Judith Jáuregui y Jesús Reina, complicidad manifiesta

San Sebastián. Museo de San Telmo. 5-VIII-2021. 82ª Quincena Musical Donostiarra. Judith Jáuregui, piano. Jesús Reina, violín. Obras de Schumann, Saint-Saëns y Franck.
La Quincena Musical prosigue su andadura en sus diferentes vertientes con gran éxito de público. El pasado día 5 fueron el violinista malagueño Jesús Reina y la pianista donostiarra Judith Jáuregui los encargados de comenzar el Ciclo Música de Cámara, con sede en el hermoso y húmedo claustro del Museo de San Telmo. Escogieron un programa exigente y de creciente dificultad, tanto en aspectos técnicos como expresivos, que comenzó con el arreglo para violín y piano de las Kinderszenen de Schumann. Aunque sin duda se trata de una adaptación muy buena, se diría que el carácter schumanniano, ensoñador y volátil, se diluye con la rotundidad de esta versión y con el carácter un tanto vehemente que imprimió Reina.
Tras Schumann, llegaron las obras proustianas, puesto que tanto la Primera sonata de Saint-Saëns como la de Franck se disputan el honor de ser la Sonata de Vinteuil citada por el protagonista de Por el camino de Swann con sonatas de Fauré, Brahms, Guillaume Lekeu y, según las últimas y nunca definitivas teorías, de Gabriel Pierné. Lo que sí es seguro, es que esta obra de Saint-Saëns es citada en Jean Santeuil, novela inacabada de Proust y anterior a su Recherche du temps perdu. Aunque el compositor francés se mostraba muy satisfecho de su composición, sobre todo por el nivel de dificultad técnica que presenta, la realidad es que esta sonata no es habitual en el repertorio y realmente, tampoco está entre lo más granado de su corpus. Suele pasarle en esas partituras en las que se dejó llevar por su facilidad bien compositiva, bien instrumental. Esto no obsta para que no se le pueda extraer jugo y que, precisamente, gracias al virtuosismo, se puedan obtener interpretaciones de gran altura y muy disfrutables, como la que nos ofrecieron Jáuregui y Reina, que deslumbró particularmente en el último movimiento.
Los intérpretes, con buen criterio, reservaron la insuperable Sonata de Franck para el final. Se trata de una obra en la que conseguir el equilibrio entre control técnico y entrega emocional es realmente muy difícil porque no da respiro en ninguno de los dos aspectos. La complicidad evidente entre ambos intérpretes quedó aún más de manifiesto a lo largo de los cuatro movimientos, aunque quizá se echó de menos una mayor presencia sonora del piano en el segundo movimiento y, a gusto de quien suscribe, una mayor asunción de riesgos y jugar un poco más con los límites, porque técnicamente se lo podían permitir. Pero fue sin duda una buena y sólida versión de esa joya de la corona de la música de cámara que contó con momentos de gran intensidad expresiva y auténtico lirismo. Acompañados por una mansa lluvia, cerraron el recital con la archiconocida y siempre bella Méditation de Thaïs de Massenet, la pecadora arrepentida que decide retirarse al desierto. Después de Franck, nada mejor para recogerse y seguir disfrutando del recuerdo de esta música sublime.
Ana García Urcola
(Foto: Iñigo Ibáñez)