SAN SEBASTIÁN / De Viena a Nueva York, con paradas forales

San Sebastián. Kursaal (Foyer). 2-VIII-2022. Liana Gourdjia, violín. Josu Okiñena, piano. Obras de Schubert, Aldave, Erkoreka, Guridi, Gershwin y Sarasate.
Bajo los buenos auspicios de un precioso día de verano cantábrico comenzó la 83ª edición de la Quincena Musical Donostiarra el martes 2 de agosto, en un despliegue de conciertos en diferentes sedes tanto de la capital guipuzcoana como de la provincia. Por aquello de que no tenemos aún muy trabajado el don de la ubicuidad, hubo que elegir un concierto matinal y otro vespertino. Del segundo, celebrado en el Auditorio Kursaal con el Coro Monteverdi y los English Baroque Soloist dirigidos por John Eliot Gardiner, encontrarán cumplida crónica en esta misma web por parte de Benjamín G. Rosado, puesto que interpretaron el mismo programa un día antes en el Festival de Santander. Así pues, me referiré al estupendo concierto ofrecido por el pianista donostiarra Josu Okiñena y la violinista rusa Liana Gourdjia en el Foyer del citado auditorio. El programa fue pensado con gran acierto para combinar un repertorio a la altura de un festival de esta importancia, hacer gala del compromiso de ambos intérpretes con el rescate y difusión de las composiciones más interesantes de autores vascos y también abrir boca de forma un tanto festiva a los días que siguen.
El recital comenzó con la endemoniada Fantasía en Do Mayor D 934 de Schubert (1797-1828) para violín y piano. Compuesta en 1827, se trata de la última obra para este dúo instrumental del vienés y se interpreta muy raramente, lo que no es de extrañar. Las dificultades que entraña, para ambos instrumentos por separado y también en el momento de conjuntarlos son tales, que pocos son los que se atreven con ella en directo. Ambos intérpretes no sólo demostraron sobradamente su dominio técnico —cabe elogiar especialmente el magistral uso del pedal por parte de Okiñena en una de las obras más expuestas para el pianista de todo el repertorio—, sino que lograron momentos de hondo lirismo merced a una completa compenetración. Dotaron a cada una de esas deliciosas y arriesgadísimas miniaturas que conforman las variaciones sobre Sei mir gegrüsst —lied del mismo Schubert— de un color y un carácter propios y eso sin que el conjunto perdiera coherencia, cosa extremadamente difícil en una obra tan fragmentaria. Siguió el arreglo que Oistrakh hizo de la deliciosa transcripción de Liszt del Valse Noble D 969 también de Schubert y que lleva como título Valse-Caprice, donde brilló el elegante virtuosismo de Gourdjia.
La sección dedicada a los compositores vascos, con algún pequeño cambio en el programa, se abrió con la interpretación por parte de Josu Okiñena de Tres Bagatelas sobre temas populares vascos, del navarro Pascual Aldave (1924-2013). Con un bellísimo sonido y un estupendo legato supo transmitir la delicadeza de la escritura y el lirismo sencillo y sabio con que impregna estas piezas este gran compositor y pedagogo, cuyo centenario se conmemorará en 2024 y en cuya preparación participa muy activamente el propio Okiñena. Continuó Liana Gourdjia con Boreal, obra del bilbaíno Gabriel Erkoreka (1969) estrenada en 2019. Como apuntó la intérprete, esta partitura se inspira en la Bourré “Tempo de Borea” de la Primera suite para violín solo de Johann Sebastian Bach. Con el permiso del compositor y desde una absoluta ignorancia de los entresijos de esta hermosa obra, la abajo firmante tuvo la impresión de que en esta partitura se combinan con maestría los recursos violinísticos que emplea Bach en la citada danza con la incursión de destellos de presunta improvisación que parecen querer romper una estructura muy bien armada sin llegar a conseguirlo, aunque sí otorgándole momentos de respiro. Gourdjia se apoderó de la partitura con total autoridad y nos hizo disfrutar con su hermoso sonido y su sutilidad en el fraseo en una obra con no pocas trampas.
Se cerró este apartado de música vasca volviendo a un dúo violín-piano con la sorprendente e interesantísima Elegía de Jesús Guridi (1886-1961), compuesta por encargo de Eugène Ysaÿe en 1905, durante su periodo de estudio en la Schola Cantorum de París en la clase de Vincent D’Indy. Las influencias de Fauré y Chausson son particularmente palpables en esta obra completamente inscrita en las corrientes estilísticas del momento y en la que el vitoriano ya da muestras de su talento y capacidad de asimilación a edad tan temprana. Ambos intérpretes tradujeron a la perfección el apasionamiento relativamente contenido que caracteriza a esta elegía, como a tantas obras del postromanticismo francés de la que está impregnado. Es muy de agradecer la recuperación y vuelta a la vida en los escenarios de obras que realmente valen la pena, cuando se hace desde el conocimiento tanto musicológico como interpretativo y con el único criterio de su calidad.
Terminó el concierto con tres de los fragmentos de Porgy and Bess de Gershwin (1898-1937) que el gran Jascha Heifetz convirtió en piezas para violín y piano: Summertime, Bess y Ain’t necessarily so, que sirvieron, por si no había quedado suficientemente claro, para demostrar la versatilidad de estos dos grandes intérpretes. Por último, y como propina, regalaron al respetable un arreglo para violín y piano de Pablo Sarasate (1844-1908) de una obra de inspiración española de Moszkowski (1854-1925) titulada Guitarre. Inmejorable comienzo.
Ana García Urcola
[Fotos: Quincena Musical- Iñigo Ibáñez]
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