SAN MARTIÑO DE MONDOÑEDO/ Cuarteto Quiroga: siempre un poco más
Basílica de San Martiño de Mondoñedo. 16-VIII-2023. Festival Bal y Gay. Cuarteto Quiroga. Obras de Mozart, Bartók y Mendelssohn.
De nuevo la catedral más antigua de España, la hoy Basílica de San Martiño de Mondoñedo, a tiro de piedra de Foz, recibía dentro del Festival Bal y Gay al Cuarteto Quiroga, que el año próximo celebrará sus veinte primaveras, aunque parezca que nacieron ayer mismo. Y es que los aficionados, y no sólo españoles, hemos visto su inicio, su crecimiento y su consolidación con la sorpresa que produce, primero, el genio en agraz y, luego, con la admiración que provoca la inteligencia y el trabajo bien hecho. Cuando se les escucha, quienes acuden a sus conciertos tienen esa sensación del reencuentro con viejos amigos, a los que podemos llevar más o menos tiempo sin ver, pero que, sin embargo, parece que nos hubiéramos encontrado con ellos el día anterior. Eso se llama también complicidad, desde luego, pero es cosa de dos, de ellos y del público. En San Martiño reconocimos una vez más al Quiroga espléndido que no se duerme en los laureles, tan atento a la pura prestación técnica y expresiva como a la ampliación de su repertorio —y del nuestro.
El de este recital fue canónico en parte y sorprendente también. Tenía mucho sentido empezar por La caza de Mozart, uno de los grandes ejemplos del autor y pieza preferida de las grandes formaciones como el Quiroga. Luego el Cuarteto de cuerda nº 3 de Bartók nos llevó a un territorio inquietante pero límpido por el que circulan con la necesaria intensidad. Y he aquí que, para cerrar, ocupando la segunda parte, se nos propuso un cuarteto de Mendelssohn y, curiosamente, el menos transitado de los suyos: el Nº 1, op. 12. La escucha fue un descubrimiento, incluso para quienes todavía tienen al alemán como un compositor elegante pero carente de mayores pasiones, epítome de todas las ventajas burguesas. La pieza muestra a un creador de veinte años, con un dominio extraordinario de la forma y un plus admirable de riesgo en la misma. Por ejemplo, en la Canzonetta lo feérico es también patrón rítmico en los límites del moto perpetuo. Antes, el Adagio non troppo sabe servirse inteligentemente del modelo clásico y, después del suave lirismo del Andante, llega la revelación del Molto Allegro e vivace, una pieza magistral en su desarrollo, en el uso de la modulación y, lo más aparente, en el juego expresivo tan seductor con sus falsos finales. La versión fue, como sucedió en toda la velada, simplemente extraordinaria. La primera de las Tres piezas para cuarteto de cuerdas de Stravinsky puso, como perfecto encore, el punto final a una grandísima velada.
Luis Suñén
(foto: Xaora Fotógrafos)