SALZBURGO / Anne-Sophie Mutter, ‘Doña Perfecta’
Salzburgo. Grosses Festspielhaus. 25-VIII-2024. Anne-Sophie Mutter, violín. Lambert Orkis, piano. Mozart: Sonata para violín y piano en Sol mayor, K 301. Schubert: Fantasía para piano y violín en Do mayor, D 934. Clara Schumann: Tres romanzas para violín y piano, opus 22. Respighi: Sonata para violín y piano en si menor.
Como en la galdosiana Doña Perfecta, en el violín de Anne-Sophie Mutter no cabe error, mácula o fisura. Menos cualquier atisbo de desmelenamiento. Es la perfección personificada. Fascina escuchar los pianísimos perfectos, el sonido afinado como si fuera el mismísimo diapasón, el escrupuloso respeto a la partitura y su estilo, o, en fin, el fraseo regulado y cantado, cálido, vehemente, dulce como la miel y gélido como un témpano cuando así toca. Su vestimenta (¡parecía una Tudor!), su melena (ahora ya cana, pero tan lacada y precisa como siempre)… Todo está calculado al detalle. Incluso sus saludos al entrar y salir, o sus andares, tan calibradamente improvisados. La Mutter es la antítesis de la descalza e imprevisible Kopatchinskaya.
Viene esta perorata a cuento del recital que la violinista alemana ha ofrecido el domingo en el Grosses Festspielhaus de Salzburgo, acompañada, como siempre, por el piano fiel e inspirador del estadounidense Lambert Orkis (Filadelfia, 1946). Es difícil imaginar un Schubert o un Mozart más perfectos que los escuchados en la primera parte del recital. Desde la primera frase del Allegro con spirito que abre la mozartiana Sonata para violín en Sol mayor, Kv 301/293a, cantada y entonada con un sonido tan puro y preciso como la música del salzburgués, hasta el impetuoso final conclusivo de la hipervirtuosa y personalísima Sonata de Respighi con la que cerró el programa, el violín en plenitud de la Mutter fue vehículo perfecto e impecable de una personalidad artística que, paradójicamente, encuentra en esas cualidades su máxima expresión.
Tanta perfección, tanta impecabilidad, admira pero no emociona ni genera mariposas en el estómago. Como quién lo tiene todo, pero sigue siendo infeliz. Es la personalidad de quien, por naturaleza, ha hecho de la perfección bandera, santo y seña. Mutter es una Turandot del violín, pero sin el fuego interno que impulsa a la princesa pucciniana. Menos fuego aún tienen las tibias tres Romanzas de violín de Clara Schumann, música más salonnier que de concierto, catalogadas con un “Opus 22” que se manifiesta en las antípodas de la vehemencia y el genio de la pianística Sonata en sol menor, opus 22 de su marido Robert.
Mutter y Orkis compensaron la enclenquez de las romanzas con la fuerza y robustez de la Sonata de Respighi, compuesta en 1917 y repleta de hallazgos y dificultades de todo tipo, particularmente en la “Passacaglia” final y sus alambicadas evoluciones tonales. Pero Mutter y su violinismo superdotado no conocen de dificultades ni contratiempos y bordó una interpretación tan perfecta como quizá ideal, con la complicidad ‒que no acompañamiento‒ de un Lambert Orkis que cantó y conversó de tú a tú en un programa de tanta raigambre camerística.
El éxito, claro, fue total. Absoluto y tan rotundo como el violín de la Mutter, artista a la que en Salzburgo se la idolatra y quiere desde hace siglos, desde que siendo aún mocita grabara en los años setenta aquel Concierto de Beethoven casi “pre-Mutter” con un salzburgués llamado Herbert von Karajan. Ahora, a sus 61 años, su violín sigue siendo tan perfecto y deslumbrante como entonces. También con las carencias de siempre. Afloraron particularmente en las dos propinas, con una Danza húngara nº 2 de Brahms a cuya interpretación le hubiera sentado de maravilla haberse ido antes de juerga con la Rosalinda de El Murciélago, haberse zampado unas copitas de pálinka y lanzarse por czardas. Esta carencia de chispa resultó aún más latente en el segundo y último bis, Es agradable estar cerca, de su amigo John Williams. Fue sí, agradable y perfecto. A saber qué le hubiera parecido a Don Benito. Al público salzburgués, desde luego le encantó.
Justo Romero
(foto: SF / Marco Borrelli)