SABADELL / ‘Roméo et Juliette’: amor con contrastes
Sabadell. Teatro La Farándula. 20-X-2023. 36º ciclo Ópera en Cataluña. 41ª temporada Ópera en Sabadell. Albert Casals, Marga Cloquell, Gonzalo Ruiz, Enric Martínez-Castignani, Rosa María Abella, Tamára Abraão dos Santos, Pau Camero, Marc Sala, Cristófol Romaguera, Jerobóam Tejera, Roberto Redondo. Orquesta Sinfónica del Vallés. Coro AAOS, Director musical: Daniel Gil de Tejada. Director de escena: Pau Monterde. Gounod: Roméo et Juliette.
Roméo et Juliette, estrenada en el parisino Théâtre Lyrique en abril de 1867, resarció a Charles Gounod de los sinsabores de algunos fiascos y otros meros succès d’estime precedentes, a pesar de su triunfal Faust de 1859. Fue bastante retocada en 1873 cuando se presentó en la Opéra Comique y musicada de arriba abajo cuando entró a formar parte de la Ópera de París en 1888.
Es en esta última versión como ha circulado mayoritariamente desde entonces, si bien de vez en cuando se le propina algún corte menor que, en las funciones de Sabadell, se ha dado en el breve diálogo entre Frère Laurent y Frère Jean al inicio del quinto acto, fundamental para entender la razón por la que Romeo llega al panteón desconociendo que Julieta está solo narcotizada pero viva, lo que precipita el trágico final del joven esposo. Tal vez por eso se agradeció en cambio que Julieta cantase íntegramente su aria del cuarto acto “Viens, viens, amour, ranime mon courage” que a menudo se recorta.
Aunque Gounod inicialmente quiso musicar hacia 1841 un libreto originalmente en italiano en su época en Roma como pensionado en la Villa Médici-Academia de Francia, la traducción de François Victor Hugo del drama de Shakespeare, la influencia del tándem formado por Jules Barbier y Michel Carré, y los consejos del director del Théâtre Lyrique, Léon Carvalho, le llevaron a ser bastante fiel al original inglés.
La escenografía minimalista y a paredes vista concebida por Pau Monterde se entiende por el hecho de la posterior gira de la producción por distintos teatros y auditorios de la geografía catalana en dos semanas, de ahí su austeridad y suma funcionalidad. Lo esencial estaba presente pero se podía haber sacado más partido a la cama del himeneo y el túmulo de la escena final, aunque algunos detalles muy contemporáneos, como el andamio de mecanotubo a modo de famoso balcón de Julieta, contrastaban con el vestuario de época. Una mayor variedad en las evoluciones coreográficas del coro en la escena del baile en casa del conde Capulet habría realzado la escena del encuentro entre los dos protagonistas, aunque se resolvió bien la aparición de los jóvenes Montague en el baile de la familia rival.
La pareja titular ofreció un contraste en resultados en vez de una suma de talentos para plasmar ese amor mítico. El Roméo del tenor Albert Casals no tuvo el nivel necesario, ya perceptible en su primera aria, “Ah, lève-toi, soleil”, donde la voz estuvo muy fluctuante y con notas caladas arriba. Con una emisión problemática en los registros superiores, mejoró en escenas de conjunto, pero la voz no corría con el dominio y suavidad en la emisión de un papel muy belcantista todavía, lo que resultó sorprendente dada su familiaridad con un rol que ya ha abordado en varias ocasiones. Esa notoria incomodidad lastró su cometido. Afortunadamente la Juliette de la soprano Marga Cloquell, que también empezó con una “Je veux vivre” con sonidos fijos y voz algo destemplada, fue de menos a más y estuvo muy cálida y seductora en todos sus dúos y especialmente en su aria “Amour, viens, ranime mon courage” con un fraseo de impacto. Dio por tanto la talla y logró resultar conmovedora en los dos últimos actos, mostrando esa entrega total que trasciende la muerte.
El Mercutio del barítono Pau Camero fue vistoso en la balada de la reina Mab por calidez canora e interpretativa, si bien el centro ha de ganar en cuerpo. Gratísima sorpresa la joven soprano Rosa María Abella como Stéfano, pues convirtió su canción “Que fais-tu blanche tourterelle” en una escena de lucimiento por brillantez arriba, dicción impecable y la frescura de su voz, pulida y brillante. Gonzalo Ruiz como Frère Laurent mostró una bellísima homogeneidad en toda su extensión y un fraseo natural y rotundo, si bien es más barítono que bajo-barítono. El tenor Marc Sala fue un Tybalt de voz bien proyectada y de eficaz movimiento escénico. Enric Martínez-Castignani sacó partido de sus frases como Capulet pues su principal dedicación liederista le ayudó a destacar en un rol muy breve. La mezzo Tamára Abraão dos Santos fue una Gertrude muy atractiva por volumen y carnosidad en centro y grave. El bajo Jeroboám Tejera en su breve rol de duque veronés mostró potencia y fraseo escultórico.
La Orquesta Sinfónica del Vallés, con su titular al frente, Daniel Gil de Tejada, empezó la obertura algo irregular en el control de los instrumentos de viento, aunque luego fue mejorando el ritmo y las dinámicas y concertó acertadamente al coro de los Amigos de la Ópera de Sabadell, que mantuvo un buen nivel en sus numerosas intervenciones, con un empaste eficaz entre voces graves y agudas, así como a los solistas. No hubo caídas de tensión a lo largo de la obra y se esmeró en la cuadratura de los concertantes de los actos tercero y cuarto, los más complejos por su arquitectura musical, pues en otros momentos predominan escenas de conjunto más simple, especialmente los cuatro dúos de amor que la pieza atesora.
Josep Subirá
(fotos: A. Bofill)