SABADELL / Doña Francisquita: espectáculo para disfrutar del género
Sabadell. Teatro La Farándula. 25-XI-2023. 36º ciclo Ópera en Cataluña. 41ª temporada Ópera en Sabadell. Ruth Terán, Enrique Ferrer, Laura Vila, Vicenç Esteve Madrid, Yolanda Valero, Enric Martínez-Castignani, Quim Cornet, Laura Obradors, Carles Ortiz, Marc Sala, Marta Roca. Orquesta Sinfónica del Vallés. Coro AAOS, Director musical: Miquel Ortega. Directora de escena: Rita Cosentino. Coreografía: Aarón Martín. Vives: Doña Francisquita.
Coincidiendo con el centenario de su estreno en el madrileño teatro Apolo, el ciclo Ópera en Cataluña ha programado con todos los honores la mejor zarzuela de la producción de Amadeo Vives: Doña Francisquita.
La escenografía, firmada por Jordi Galobart, con un fondo monumental de las casas del viejo Madrid a modo de maqueta, permitía veloces entradas y salidas de solistas, coro y bailarines, a la vez que enmarcaba escenas más domésticas de la trama como la boda del final del acto I, la casa de Francisca o el aviso de Lorenzo Pérez a Don Matías. Los abundantes números de bailes y charangas pudieron desarrollarse sin incidentes. Incluso la escena que podría ser más anárquica, la de la cofradía de la Bulla, se resolvió con fluidez, gracias a una inteligente dirección escénica de Rita Cosentino, perceptible de principio a fin y que hizo muy comprensible la evolución de los personajes y que extrajo lo mejor de todo el elenco.
Un rasgo distintivo de la producción sabadellense fue el logradísimo sentido coreográfico de todo el montaje, impulsado por Aarón Martín. Hubo momentos en los que el cuerpo de baile intervino más allá de las danzas y los solistas y el coro se movieron con gracia y sentido dramático, como en la escena del coro de románticos del inicio del tercer acto y el posterior baile de Cuchilleros. De este modo lo representado recordaba a un musical bien coreografiado, perfectamente engarzado con lo que se veía y escuchaba. Fueron momentos de gran belleza plástica que mostraron que el tándem Cosentino-Martín planteó con acierto un cúmulo de ideas con gran dinamismo en un montaje fluido, con pocos elementos que distrajeran y en el que el vestuario, trasladado a los años 30 del siglo XX, no encorsetaba a nadie y mostraba ese carácter entre castizo e idealizado del universo musical del compositor, centrado en mostrar un Madrid muy hedonista.
La creatividad musical de Vives bebe de la fuente literaria, la obra de Lope de Vega La discreta enamorada y su amor por el teatro clásico del Barroco queda reflejado en una partitura inspiradísima y variada que encontró su fiel correlato en la dirección de Miquel Ortega. Su reiterada familiaridad con Doña Francisquita se plasmó en un sonido primoroso y fluido en las diferentes atmósferas de los números, sobre todo en las introducciones. Ortega marcó unos tempi flexibles, precisos y que favorecieron la comodidad canora de los solistas, el coro y hasta las ejecuciones del cuerpo de baile como en el famoso fandango del acto III, todo perfectamente cuadrado. Incluso los instrumentos de la rondalla Ángel Solá, con sus bandurrias, laúdes y guitarra, en sí mismos un guiño a la investigación musicológica de Vives sobre el siglo de Oro español, se engarzaron modélicamente con el foso.
La soprano Ruth Terán (Francisquita) se mostró muy cómoda con el rol ya que es una soprano lírico-ligera de gran facilidad técnica, que lució en las notas picadas de la canción del ruiseñor y notas extremas, así como una homogeneidad en centro y agudo, aunque es mejorable la emisión en forte, por algunos sonidos secos, si bien en pianísimo la voz revela armónicos expresivos y cálidos. Interpretativamente fue una delicia en toda su evolución de discreta a elaborada planificadora y sacó oro de sus momentos solistas, así como en dúos y quintetos.
El Fernando del tenor Enrique Ferrer fue de menos a más, pues a medida que avanzó la obra mejoró en comodidad, ataque y soltura. Es un tenor lírico, menos etéreo que otros que asociamos al rol, que solventó muy bien “Por el humo se sabe” y fraseó con gusto en los dúos con Francisquita y Beltrana, además de mostrar un homogéneo instrumento en las escenas habladas. Cardona, el amigo de Fernando y hábil factótum en el enredo amoroso, fue maravillosamente interpretado por el tenor Vicenç Esteve. Procedente de una estirpe de cantantes, la actuación no tiene secretos para él y lleva en la sangre esa capacidad de comunicar cualquier rol que afronte con un luminoso fraseo.
La vocalidad de Aurora la Beltrana, con bajadas al grave en un canto conversacional que tiende a extremos, exige recursos y habilidad para resultar seductora y no matronal como hacen algunas voces muy pesadas. Siendo una mezzosoprano lírica, Laura Vila hizo gala de una inteligente versatilidad interpretativa que rehuyó cargar las tintas en la zona grave, a pesar de tener un oscuro y mórbido centro. En el dúo con Fernando “¡Escúchame!”, el bolero del Marabú y otras escenas dejó constancia de la vehemencia pasional del personaje.
El barítono Enric Martínez Castignani, por su anunciado problema de salud, estuvo algo apagado en la primera parte, pero tras el descanso mostró una comicidad interpretativa que nos recordó al actor José Luis López Vázquez, planteando un Don Matías más competidor de su hijo que maduro pretendiente de Francisquita, con un fraseo de mucho aplomo.
El tenor lírico-ligero Marc Sala, en su triple cometido de lañador, cofrade y sereno, aprovechó a conciencia sus frases, especialmente en la escena de la cofradía de la Bulla, gracias a su voz muy bien proyectada y sus consabidas dotes actorales, demostrando que no hay rol pequeño si se canta con entrega y dominio del instrumento.
Yolanda Valero fue una doña Francisca muy bien actuada, si bien costaba entender algunas de sus frases por no tener bien resuelta la proyección de la voz.
Contribuyeron al gran nivel general los roles comprimarios como el Lorenzo del barítono Quim Cornet, la Irene de la soprano Laura Obradors, la buhonera y aguadora de la mezzo Marta Roca y el Juan Andrés del tenor Carles Ruiz.
El coro de los Amigos de la Ópera de Sabadell, dirigidos en esta ocasión por Daniel Gil de Tejada, mostró una perfecta alternancia entre el canto a viva voz y el más sutil en escenas de conjunto y sobre todo en el nocturno coro de los románticos. El cuerpo de baile mostró una modélica conjunción, ligereza y fuerza en la mazurca y en el soberbio fandango y otras escenas, pues se integró en su cometido de ilustrar la acción.
Esta afortunada producción de Doña Francisquita demostró un notable nivel de calidad que debería ser la norma de las presentaciones de este género.
Josep Subirá
(fotos: A. Bofill)