ROMA / Una comparación entre la comicidad en Puccini y Ravel
Roma. Teatro dell’Opera. 7-II-2024 Trittico ricomposto. Dirección musical: Michele Mariotti. Dirección escénica: Ersan Mondtag. Giacomo Puccini: Gianni Schicchi. Carlo Lepore, Vuvu Mpofu, Sonia Ganassi, Giovanni Sala, Ya-Chung Huang, Valentina Gargano… Maurice Ravel: L’Heure espagnole. Ya-Chung Huang, Karine Deshayes, Giovanna Sala, Markus Werba, Nicola Ulivieri.
Segundo capítulo del Tríptico de Giacomo Puccini en el año del centenario de su muerte. El espectáculo combinaba Gianni Schicchi con L’Heure espagnole de Maurice Ravel. La relación Puccini-Ravel con lo cómico es interesante: grotesca en el primero, irónica en el segundo. Firmaba el montaje el joven y talentoso Ersan Mondtag, conocido en Alemania por sus puestas en escena transgresoras. El artista alemán de origen turco firmará también el pabellón alemán en la Bienal de Venecia de 2024 junto a la artista israelí Yael Bartana.
Si aún resulta comprensible la ambientación de Gianni Schicchi a través de una escenografía inspirada en la fascinación de los alemanes por Italia en la estela de Hackert, así como en las fantasías de Piranesi sobre los restos de la antigüedad clásica semisumergidos por una exuberante vegetación; una visión inspirada en el tópico de Italia como jardín de las delicias y tierra de la transgresión, que aquí se expresa en el vestuario de Johanna Stenzel entre lo carnavalesco y la dimensión circense felliniana, es difícil en cambio entender qué tiene que ver Toledo en la ópera de Ravel con el escenario guatemalteco de los vídeos de Mondtag alternando volcanes humeantes en un mundo primordial donde coexisten dinosaurios y… ¡platillos volantes! ¿Tal vez una metáfora del paso del tiempo, en una historia donde los protagonistas son relojes pero no miden el tiempo? Donde una cabeza ciclópea con la boca abierta sugiere alternativamente una cita del jardín fantástico del Palacio Orsini en Bomarzo y una ruina de la cultura mesoamericana.
La dirección musical de Mariotti favoreció la lectura romántica que ve a Puccini como el último de los melódicos más que como el portador de la modernidad del verismo que se abre a las vanguardias, así como al impresionismo de Ravel. El equilibrio entre foso y escenario no siempre fue el mejor. Pudimos apreciar la excelente interpretación de Carlo Lepore (Gianni Schicchi), que destacó por su dicción siempre preclara y su capacidad para manejar siempre admirablemente la difusa frontera entre actuación y recitativos, y la de Markus Werba (Ramiro), un protagonista que arrancó aplausos. La capacidad de Sonia Ganassi (Zita) para gestionar el canto hasta los límites de su extensión vocal fue tan notable como el timbre suave y la voz sólida de Vuvu Mpofu (Lauretta). Éstas fueron las puntas del iceberg del reparto.
Franco Soda
(fotos: Fabrizio Sansoni)