RIBADEO / Maria João Pires: del más grande arte
Ribadeo. Auditorio Municipal Hernán Naval. 15-VIII-2023. Festival Bal y Gay. Maria João Pires, piano. Obras de Schumann, Debussy y Schubert.
En su décima edición, el Festival Bal y Gay ha alcanzado una de sus cimas de su breve pero intensa historia con el recital de Maria João Pires en Ribadeo. Sólo una hora de música en un programa que no podía ser ni más bello —no pasó nada por sustituir prácticamente sobre la marcha el Impromptu D935 nº 3 de Schubert por la Arabesca de Schumann y la primera de las de Debussy— ni más intenso, dicho desde la madurez y la elegancia de quien, por fortuna, no acaba de cumplir esa amenaza de retirarse con la que nos asustó hace años. A sus setenta y nueve cumplidos hace menos de un mes, la menuda pianista portuguesa ha llegado a una admirable relación con la música que toca, a una suerte de comunión especialísima con el mundo que se revela en ella, a indagar en él con pasión e inteligencia al mismo tiempo. Su Suite bergamasque de Debussy mostró por qué su autor se equivocaba al no querer hacerla suya durante tanto tiempo, temeroso de que la evolución de su obra la hubiera dejado a un lado. Desde el Preludio, cuidando no irse demasiado hacia el lado más vistoso, hasta la elegancia con la que se dijo ese Passepied que es danza sublimada pasando por un Menuet ejemplar y un Claro de luna de esos capaces de traspasar cualquier a priori en pieza tan trillada pero tan hermosa —fue inevitable para el crítico recordar aquella lectura de Menahem Pressler en Madrid hace cinco años. La maravillosa Sonata D644 de Schubert, una obra maestra absoluta a la que nada falta y en la que nada sobra, se dijo de manera simplemente insuperable, con una claridad y una hondura verdaderamente emocionantes y, gracias también a que a lo largo del recital no hubo solución de continuidad entre los movimiento de las piezas, una suerte de intención por imbricar los tres movimientos en un todo que hacía a cada uno de ellos origen y complemento de los demás en una plena unidad formal y expresiva. La Arabesca de Schumann —honda y leve al mismo tiempo— y la primera de las de Debussy, curiosamente casi contemporánea de la Suite bergamasque —grácil, alada— abrieron y cerraron un paseo inolvidable por unas cuantas cumbres a las que se sumó como encore —no hubiera pasado nada sin él, estábamos en el séptimo cielo, pero se agradeció, cómo no— un Träumerei de Kinderszenen de Schumann de no creerse.
Luis Suñén
(foto: Xaora Fotógrafos)