Ralph Vaughan Williams: 150 años

Este año que termina se han cumplido los ciento cincuenta del nacimiento de Ralph Vaughan Williams. Es el británico un compositor muy bien representado en la fonografía. Son abundantes las grabaciones completas de sus sinfonías, en general sobresalientes con ciclos como los de Vernon Handley, Adrian Boult, Andrew Davis, Bryden Thomson, Leonard Slatkin, Gennadi Rozhdestvenski o André Previn como magníficas e intercambiables opciones. Quieren estos nombres decir que la suerte de Vaughan Williams está ligada a la gran época de la fonografía y que de ella vivimos todavía a la hora de buscar referencias, por más que en determinadas obras hayan aparecido versiones capaces de unirse a esta o aquella sinfonía concreta de las de estas integrales. Hay que recordar muy especialmente la extraordinaria Segunda que, en su versión original de 1913, grabara en su día Richard Hickox o Cuarta y Sexta, más recientemente, a cargo de Antonio Pappano con su nueva orquesta, la Sinfónica de Londres.
Pues bien, todavía surgen viejos tesoros que, en realidad, son también puntos de partida, pues se trata de grabaciones históricas en todo el sentido de la palabra. Casi en la campanada final del año, la firma británica Somm publica tres álbumes dobles dedicados al compositor de Gloucestershire bajo el título genérico de Vaughan Williams Live, magníficamente restaurados técnicamente por Lani Spahr y con excelentes comentarios de Simon Heffer
El primero recoge la obertura de Las avispas y las sinfonías Sexta y Novena —esta, en directo en su estreno— por Malcom Sargent, en grabaciones de 1957, 1964 y 1958. Muchos aficionados compartimos nuestras reservas frente a Sargent, pero aquí hay que recocerle su competencia. La Sexta es tremenda en su expresividad, con la Segunda Guerra Mundial al fondo, nada fácil de dirigir por otra parte. En la Novena cumple —luego vendrán mejores versiones— y la obertura corresponde muy bien a su estilo.
El segundo volumen —protagonizado por Adrian Boult— ofrece el atractivo de alguna pieza nada habitual —aunque menor— como Thanksgiving for Victory —grabada el día de su estreno— y, como la Serenata a la música con el Coro y la Sinfónica de la BBC. Esta se ofrece en el arreglo para cuatro solistas vocales —aquí entre ellos Isobel Baillie y Astra Desmond— procedente del concierto de inauguración del Tercer Programa. Completa el disco un extraordinario Job con la Sinfónica de Boston. Son grabaciones de 1945 y 1946.
Finalmente, el tercero de la serie, dirigido íntegramente por el compositor, propone dos versiones de la Quinta sinfonía con la Filarmónica de Londres. La primera de ellas procede de su estreno absoluto en 1943 y ‘sufre’, aunque no suene mal, de los huecos ocasionados por la transferencia de las emisiones radiofónicas en directo a acetatos en blanco, a través de la máquina que inventara para ello Eric Spain, cada vez que estos debían cambiarse. La segunda, de 1952, no presenta ese inconveniente. En los dos casos Vaughan Williams ofrece muy intensas lecturas de la que es una de sus más bellas creaciones. Encontramos también una Segunda con la Sinfónica de Londres, bajo el mismo procedimiento de Spain, y Dona nobis pacem con las huestes de la BBC Sinfónica de la BBC, la soprano Renée Flynn y el tenor Roy Henderson.
Estos tres álbumes son, claro está, oro molido para los apasionados por Vaughan Williams. Menos probablemente para aquellos que no quieran doctorarse en la materia y que viven tranquilos con lo que conocen del británico. Para unos y otros vamos a destacar diez obras esenciales en versiones de altura. Hay otras, pero en estos casos no queda más remedio que casar el gusto con la disponibilidad de materiales en la red.
Sinfonía nº 5
La fecha de su estreno, el 24 de junio de 1943, es un tanto desconcertante a la hora de escuchar la Quinta a la luz de la realidad de su tiempo. VW, un pacifista, había sido camillero en la Primera Guerra Mundial. Y ahora en plena Segunda parece evocar aquellos paisajes y aquellos días en los que la vida seguía a pesar del horror. Curiosa disposición, pues, la de esta partitura, entre las mucho más duras Cuarta y Sexta. La versión de Vernon Handley es quizá la mejor de la discografía.
The Lark Ascending
Quizá su composición más popular y, con toda seguridad, la más famosa de la música clásica inglesa —al menos así lo dicen las encuestas. De 1914, está inspirada por un poema de George Meredith y necesita de una interpretación que sume al lirismo la misma altura, pero en cuanto a emociones, que alcanza el ave que le da título. Hilary Hahn está aquí excelsa acompañada, en 2004, por Colin Davis
The Pilgrim’s Progress
Es esta una ópera basada en la novela alegórico-teológica del mismo título de John Bunyam, un clásico de la literatura inglesa muy difícil de poner sobre las tablas. Tanto que su estreno en la ROH fue un fracaso perfectamente descriptible. Lo más interesante de ella son determinados fragmentos aislados y, sobre todo, la escena I del acto IV. Adrian Boult saca petróleo de las buenas intenciones del autor.
Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis
Otra página fundamental de VW es esta fantasía para una orquesta de cuerda dividida en tres secciones que en cierto modo le abrió definitivamente las puertas de la notoriedad mientras lo mostraba como un espléndido indagador en las músicas pretéritas. En este caso, Why fum’th in fight the gentiles spite?, tercera de las Nueve tonadas para el salterio del arzobispo Parker de Thomas Tallis. Aquí, bajo la dirección de Edward Gardner, escuchamos el tema y la fantasía.
Sinfonía nº 9
La última de las sinfonías de VW es, como era de esperar, una culminación. Estrenada en 1958, cuando el autor tenía ya 86 años, se pueden rastrear en ella esos elementos que hacen de su ordinal una especie de resumen no apresurado, pero sí necesario de cara al fin. Es el resumen de una trayectoria y el cierre a un ciclo que constituye una de las cimas del sinfonismo del siglo XX. El estadounidense Leonard Slatkin ha sido siempre un adalid de la música del británico.
On Wenlock Edge
VW terminó su ciclo de seis canciones sobre A Shropshire Lad de A.E. Housman, en 1909, es decir, en los años en los que estudiaba en París con Maurice Ravel, quien resultaría una influencia muy importante para él. Aquí tenemos una versión que reúne a su autor con dos músicos a los que quería. Se trata de Peter Pears, acompañado en 1945 por Benjamin Britten al piano, con el Cuarteto Zorian.
Serenata a la música
La Serenata a la música, sobre un texto del acto V escena I de El mercader de Venecia de Shakespeare, es una música maravillosa, un culmen de emociones a la vez suaves e intensas. La versión que aquí incluimos, de 1938, es absolutamente histórica pues se grabó el año de su estreno por su dedicatario Henry Wood y un elenco de dieciséis voces que vale la pena señalar una a una: Isobel Baillie, Stiles Allen, Elsie Suddaby, Eva Turner, Margaret Balfour, Astra Desmond, Muriel Brunskill, Mary Jarred, Heddle Nash, Walter Widdop, Parry Jones, Frank Titterton, Roy Henderson, Robert Easton, Harold Williams y Norman Allin.
Concierto para oboe y orquesta de cuerdas
El Concierto para oboe, escrito en 1944 para Leon Goosens, es esencia del puro Vaughan Williams pastoral, amante de los paisajes, las luces y las nubes, inglés por los cuatro costados. La grabación que incluimos tiene como protagonista a otro grande del instrumento, Neil Black, al que acompaña un joven Daniel Barenboim con la Orquesta de Cámara Inglesa, formando parte de un precioso disco dedicado a pequeñas joyas de las Islas.
Obertura de “Las avispas”
De la música incidental para la pieza de Aristófanes, escrita en 1909, solo queda con cierta popularidad esta vivaz, estupendamente armada obertura que ha sido capaz de eclipsar a lo que precede. La versión es de la Last Night of the Proms de 1990, cuando Andrew Davis, que dirige a la Sinfónica de la BBC, no había llegado aún a desentrañar esta música como lo haría años después. Para quien estuviera en los Proms aquellos años el video es impagable.
Job. A Masque for Dancing
Inspirado en las ilustraciones bíblicas de William Blake y estrenado en 1931, tras ser rechazado por Diaghilev —lo que no resulta raro— el ballet Job reunió a Ninette de Valois, Constant Lambert y Gwendolen Raverat en lo que fue, al parecer, el despegue británico en el género. La versión completa dirigida por Richard Hickox nos permite decidir si, al menos en lo puramente musical, merece el olvido o no.
Luis Suñén
Luis Suñén