Primera biografía sobre Elvira de Hidalgo, la maestra de Maria Callas
JUAN VILLALBA:
Elvira de Hidalgo – De prima donna a maestra de Maria Callas. FÓRCOLA (Madrid, 2021). 574 págs.
No había demasiada documentación sobre la soprano turolense Elvira de Hidalgo. De hecho, hasta hace poco su vida, milagros y méritos, había que rastrearlos en publicaciones generalistas, como, aquí en España: el tomo de Javier Barreiro Voces de Aragón: intérpretes aragoneses del arte lírico y la canción popular 1860-1960 (Zaragoza, Ed. Ibercaja, 2004) o el Diccionario de cantantes líricos españoles de Joaquín Martín de Sagarmínaga (Madrid, Ed. Acento, 1997). Más lejos quedaba el Diccionario de Florentino Hernández Girbal (Madrid, Ed. Lira, 1993). En el extranjero, localizamos el libro de Miguel Patrón Marchand 100 grandes cantantes del pasado (Santiago de Chile, Ed. Andrés Bello), el diccionario de Jürgen Kesting Die grossen Sänger (Düsseldorf, Ed. Econ, 1993) y el Grosses Sängerlexikon de Kutsch y Riemens (Múnich, K. G. Saur, 2003). No todos trasladan con exactitud las circunstancias de la vida y, en algún caso, yerran en las fechas.
Considerando todo ello parece por tanto muy oportuna la biografía que hoy glosamos, en la que el escritor y profesor Juan Villalba Sebastián (Sarrión, Teruel, 1961) da una visión pormenorizada, con toda clase de pelos y señales y una apabullante abundancia de datos, en torno a la vida y el arte de la soprano de Valderrobres, venida al mundo, con toda seguridad, ni antes ni después, el 27 de diciembre de 1891. En su copioso e ingente trabajo el autor ha contado, y eso se consigna nada más abrir el libro, con anexos de Juan Dzazópulos Elgueta y con colaboraciones muy autorizadas de hasta otros ocho estudiosos, entre ellos Stathis Arfanis y el español Jaume Tribó.
Se va siguiendo paso a paso, casi día a día, la vida de la cantante desde sus primeros balbuceos, su infancia, su traslado a Barcelona (a donde habían regresado sus padres) sus iniciales contactos con la música, con el canto… Se comenta la importancia que en su futuro desarrollo artístico tuvieron las sopranos María Barrientos, diva en ciernes, Concepción Bordalba, ya retirada, que aceleró sus pasos de manera interesada, y el barítono Antonio Scotti, que trató de retrasar su debut. Abandonada la relación con Bordalba, siguió los consejos del barítono y se puso en las manos del excelente profesor, antiguo tenor lírico-ligero, Melchor Vidal, barcelonés de nacimiento y mentor de otras grandes sopranos como Graciela Pareto o Lucrecia Bori.
Con Vidal De Hidalgo, como nos cuenta Villalba, llegó a dominar “la coloratura al dedillo en todas sus variantes” y a seguir las enseñanzas del Método de Manuel García hijo, lo que, entre otras cosas, la ayudó a emplear con naturalidad el registro de pecho. Con tal bagaje acometió la grabación de diversas arias de El barbero de Sevilla, La sonnambula e I puritani, que tuvieron un gran eco y que en algún caso motivaron la comparación con la ya famosa Luisa Tetrazzini, un aspecto que estudia en su libro de cantantes líricos españoles Martín de Sagarmínaga, citado reiteradamente por el biógrafo y que mencionamos más arriba.
En el capítulo 4 se narra la presentación oficial de la soprano, hecho que ocurrió en el histórico Teatro San Carlo de Nápoles el 20 de abril de 1908 en medio de una gran expectación. La obra elegida sería su fetiche de allí en adelante: El barbero de Sevilla de Rossini, en el que hacía una desenvuelta Rossina y de la que, como otras sopranos ligeras o lírico-ligeras de la época, algunas de ellas citadas, proporcionaba una versión más luminosa que la más auténtica de las contraltos coloratura, tipo vocal para el que Rossini había escrito la parte. A base de saltar en ocasiones de octava y de inventarse florituras y sobreagudos. Recordemos que la creadora fue Geltrude Righetti.
Ahí nació la gran artista que asombraría al mundo en años venideros con sus proezas vocales, sus trinos, sus saltos de octava, su variada coloratura y su timbre cristalino y espejeante. Todo ello, servido por una técnica de primera, la facultó para tener en cartera en torno a treinta personajes, de Rossina a Manon, de Martha a Dinorah, de Elvira a Mimi… En todos ellos se lució ayudada por su encanto personal, su pícara belleza y su gracejo. Llegaba fácilmente al oyente y al espectador y encandilaba al personal más reacio.
El autor va poco a poco contándonos, con un detalle extraordinario, la peripecia artística y personal de la cantante, de la que llegamos a saber prácticamente todo. Y, por supuesto, ya en la segunda parte, se nos introduce, instalada y ya casi retirada, en Atenas, su actividad como maestra de canto, sus devaneos amorosos, su relación con los medios musicales griegos y su contacto con los alumnos, de los que se habla pormenorizadamente. Entre ellos, claro, María Callas, que se forjó en esas aulas y que siempre guardó agradecimiento, admiración y gratitud para con ella. La relación entre ambas se mantuvo hasta la muerte de Callas, en 1977 y se estudia con mucho detalle.
Seguimos la trayectoria de doña Elvira hasta su óbito, en Milán el 21 de enero de 1980, y lo azaroso de sus entierros y exhumaciones hasta la repatriación del cadáver, que finalmente descansa en el cementerio de su pueblo natal. Y, a partir de la página 459, nos sumergimos hasta el final en varios anexos, escrupulosamente tratados: Discografía y Cronología (redactadas por Dzazópulos), Repertorio, Bibliografía (12 páginas), Notas (46 páginas, 198 notas), Agradecimientos e Índice onomástico (23 páginas).
El libro, tan detallado como se dice, aporta con frecuencia opiniones críticas autorizadas y hace acopio de textos de prensa, además de detenerse en algún oportuno caso en las biografías de personajes que van saliendo al paso, entre ellos los dos maridos de la soprano. Y también dejando espacio para alguna que otra oportuna descripción o digresión al hilo de una narración que, en paralelo a la trayectoria de la soprano, nos va trasladando a los más diversos lugares. Y, lo que demuestra la constante consulta y copiosa información, se nos da cuenta de todos los nombres de los cantantes que acompañaron a la diva en sus distintas actuaciones.
El estilo de Villalba es llano, periodístico, cercano, no especialmente depurado, pero posee el nivel y la calidad suficientes para que nos vayamos introduciendo en la peripecia de la soprano. En ocasiones se da paso a interesantes disquisiciones canoras y a pasajeros estudios vocales. Aunque no evita algún que otro y comprensible error, repetición o incorrección: “Debutó por primera vez”; “Carlo Galeffi, barítono francés” (era veneciano); a propósito del debut de Elvira en el Covent Garden: “… dirigido musicalmente desde ese mismo año por el compositor Carl Maria von Weber…” (?)… Son errores de relativa importancia en un texto tan extenso y pormenorizado, revelador en muchos aspectos y que hace justicia, con información de primera mano, a una de las más grandes cantantes de nuestra historia.
Arturo Reverter
1 comentarios para “Primera biografía sobre Elvira de Hidalgo, la maestra de Maria Callas”
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