Potente reivindicación de Kurt Weill
KURT WEILL:
Sinfonía n. 2; Concierto para violín. Tamas Kocsis, violín. Ulster Orchestra. Dir.: Jan van Steen. SOMM
Prohibida su música en Alemania y él mismo exiliado desde marzo de 1933, Kurt Weill permaneció un tiempo en París, donde escribió una obra sinfónica por encargo de la Princesse de Polignac, rica heredera de la empresa de máquinas de coser Singer. La sinfonía fue aceptada por su colega de exilio Bruno Walter e interpretada tres veces en los Países Bajos, aunque al parecer en ningún otro sitio. No se publicó hasta 1966 y sigue siendo una pieza casi clandestina, raramente interpretada o grabada. Elegantemente escrita y repleta de melodías del repertorio Brecht-Weill ¿a quién podría no gustarle? La estructura es totalmente sólida y el desarrollo temático mantiene el oído atento durante los casi treinta minutos que dura la obra.
El presente registro de la Orquesta del Ulster dirigida por Jan van Steen es, con diferencia, el mejor que he escuchado. El estado de forma que exhibe la centuria irlandesa, con brillantes metales y delicadas y afinadísimas cuerdas, la convierte en una seria aspirante a alzarse con la Eurocopa orquestal 2022. Esta sinfonía, que representa la última propuesta de Weill en el ámbito de la música de concierto, debería ser mucho más conocida. Weill emigró a Estados Unidos y, a diferencia de Erich Wolfgang Korngold, que seguía aspirando a una rehabilitación en el Carnegie Hall, dirigió su mirada a Broadway y ya nunca volvió la vista atrás.
Por su parte, el Concierto para violín, escrito por Weill con apenas veinte años cuando era alumno de Ferruccio Busoni, está impregnado de la hiperseriedad de su maestro, aunque utiliza una sección de viento que recuerda al Stravinsky de esa misma época. Quien lo escuche junto a, por ejemplo, el concierto de Alban Berg, compuesto en 1935, tendrá dificultades para saber cuál de los dos emplea un lenguaje más avanzado (sin ir más lejos, en las extrañas cosas que suceden entre el triángulo y el xilófono). Tamas Kocsis es el excelente solista de violín.
En una época en la que las orquestas están más confundidas que nunca acerca del repertorio a ofrecer, estas dos obras están pidiendo a gritos una promoción a lo más alto del repertorio. Weill fue un compositor brillante y perspicaz, cuya música nunca sobrepasa los límites auditivos ni se recalienta en exceso. Una muy buena razón para escucharla en agosto.
Norman Lebrecht